jueves, 19 de enero de 2017

Esperando a los bárbaros

"...anocheció y los bárbaros no llegaron.
Y unos vinieron desde las fronteras
y dijeron que bárbaros ya no existen.
Y ahora qué será de nosotros sin los bárbaros."
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Esperando a los bárbaros, escrito en 1904, forma parte de los 154 poemas canónicos de Constantino Cavafis y es quizá uno de los más conocidos de este autor; sobre todo después de que el premio Nobel le fuera concedido en 2003 a J. M. Coetzee, quien entre otras obras había publicado una novela con el mismo nombre en 1980.
Cavafis, el poeta de Alejandría, describe un suceso ambientado en las postrimerías de un imperio indefinido. Evoca el esplendor de una vieja civilización, manifiesta sus aprensiones y esperanzas de entregar la responsabilidad a quienes no se sabe si existen. Sin embargo, Cavafis no menciona el temor a lo desconocido ni cuestiona las pasadas acciones del imperio.
Los bárbaros allí, son una entidad imprecisa como en la novela de Coetzee, donde se ha querido ver únicamente un cuestionamiento a la violencia de Sudáfrica, cuando es también la mirada que dirige a su interior un hombre de mediana edad a quien la vida no le ha permitido encontrar respuesta a sus preguntas. Funcionario de un pueblo fronterizo, asiste impotente a los esfuerzos del imperio por justificar su dominación y su violencia.
Una situación analizada en otro libro homónimo, publicado en 1992 por el editor y periodista francés Guy Sorman donde se exponen las leyes y las políticas de diferentes lugares del mundo contemporáneo con respecto a los bárbaros de hoy: los inmigrantes y los drogadictos. Un problema que se extiende por toda la historia del siglo XX y que ha alcanzado unas dimensiones al parecer inmanejables en estos comienzos del siglo XXI.

Las mil y una noches

Pocas obras literarias tienen tanta fama y han resistido tanto el desgaste del tiempo como Las mil y una noches de autor o autores desconocidos. Pero también son pocas las que han soportado tantos asaltos de editores bien y mal intencionados.
Entre las versiones más conocidas en español está la traducción que hizo Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) de la versión francesa de J. C. Mardrus (1868-1949). Es en ésta, al parecer, donde se han basado la mayoría de las que conocemos los hispano hablantes. Sin embargo, son escasas las ediciones completas de esta obra. A pesar de todo, las compilaciones, los resúmenes y las alteraciones de segunda y tercera mano han acercado a millones de lectores al mundo prodigioso que allí se retrata: lugares misteriosos, huríes de asombrosa belleza, tesoros fabulosos, califas y emires dueños de la vida y hacienda de sus súbditos.
Por lo general los libros que se hacen llamar Las mil y una noches se enfocan en algunos relatos de genios, alfombras voladoras o hechos fantásticos. Pero esta obra es mucho más. Es una combinación de historias que tienen su propio desarrollo aunque siempre vuelven al origen: Sherezada, quien cede constantemente la voz a múltiples narradores para que envuelvan al lector y lo pongan en presencia de personajes que son los verdaderos protagonistas y cuyo número parece infinito. Tal vez por eso fue una de las obras preferidas de Borges.