jueves, 16 de febrero de 2017

Manuela

En un lugar indefinido, entre Bogotá y Ambalema, transcurre Manuela de Eugenio Díaz, una novela que apareció por entregas en 1858 y a la que se considera como la primera obra costumbrista colombiana.
El protagonista llega de la capital cargado de ideas liberales, como la mayoría de los letrados de la época, pero ve como sus teorías se van desmoronando al descubrir una realidad de explotación y de actividades corruptas donde el Estado lejano apenas tiene injerencia.
En ese mundo de pasiones e intrigas vive Manuela una muchacha del pueblo descalzo. Una característica que el autor utiliza para enfatizar la diferencia entre los poseedores de la tierra y el resto, que es la mayoría.
Una tierra feraz donde la naturaleza se desarrolla lujuriosa y los animales, a veces, se ven a punto de recuperar su dominio es el lugar donde acontece una historia que terminará dramáticamente.
Durante sus actividades de naturalista y de recopilador de datos Don Demóstenes se verá involucrado en las rencillas locales, tomando partido por los seguidores de Manuela que defiende el orden y la ley, frente a don Tadeo que representa la corrupción y los contubernios políticos como única opción de resistencia frente al dominio terrateniente.
Además de retratar costumbres y paisajes, esta novela plasma la realidad política y social de un país que no se diferencia en muchos aspectos de la Colombia de hoy, aunque hayan pasado más de 150 años. No es sólo un documento de usos y prácticas, es una valiosa fuente de información para entender las raíces de muchos de los conflictos actuales.

Un recuerdo navideño

Ninguna época del año provoca tanta expectativa en gran parte del mundo como los días previos a la Navidad y pocos escritores han sabido captar el tono melancólico que adquieren con el tiempo las navidades pasadas como Truman Capote.
En Un recuerdo navideño, publicado en 1956, dos niños, uno de siete años y una de sesenta y pico, celebran los rituales que han llevado a cabo en los últimos años, sin los cuales la Navidad no tendría sentido para ellos: conseguir los ingredientes para hacer treinta pasteles que enviarán, por correo, a lugares tan remotos como la Casa Blanca o la isla de Borneo; recoger plantas para adornar puertas y ventanas; hallar un árbol que debe ser “dos veces más alto que un muchacho” y decidir qué van a regalar.
Para muchos la magia de la Navidad también estará ligada, como para Buddy y su amiga, con unos ritos que adquirieron, con el tiempo, ese tono de oro viejo que siempre tiene la nostalgia.
Son múltiples las costumbres que se han establecido como preparación para celebrar un suceso que durante unos momentos, cada año, identifica a millones de personas en el mundo. A veces parece como si esos días fueran tan importantes, en el recuerdo, como el hecho esperado; como si para la memoria fuera igual de relevante la expectación que, desde mediados o finales de noviembre, acompaña a todos aquellos que todavía pueden sentir o han sentido en algún momento de la vida, aunque sea por un instante, la emoción de aguardar y vivir ese acontecimiento con la misma intensidad que este par de amigos: uno de siete años y una de sesenta y pico.