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sábado, 5 de octubre de 2019

Mil grullas

"El rojo sol parecía derramarse sobre las ramas. La arboleda se recortaba oscura. El sol derramándose por las ramas se introdujo en sus ojos cansados. Los cerró. Las grullas blancas del pañuelo de la joven Inamura volaron en el sol de la tarde, que todavía estaba en sus ojos."
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En Mil grullas, la sutil novela del premio nobel Yasunari Kawabata publicada en 1952, un ritual milenario con su estricta observancia de la conducta y el uso de los objetos, se constituye en el eje de la trama.
Kikuji Mitani, el hijo de un hombre versado en la ceremonia del té, se interna por los recovecos del deseo que le inspiran la señora Ota (una de las amantes de su padre muerto) y la hija de ésta. Sin embargo, a los veinticinco años, Kikuji no parece tener mucho que decir acerca del rumbo que tomará su vida o del que le quiere imponer Kurimoto Chikako (otra amante de su padre y maestra de la ceremonia del té) a pesar de no ocupar ésta ningún lugar en sus afectos.
Atrapado entre sus sentimientos y los que despertó su padre entre varias mujeres, Kikuji se deja llevar por las circunstancias mientras Chikako se empeña en casarlo con Yukiko Inamura, una de sus alumnas, quien aparece una sola vez al principio de la novela llevando un pañuelo estampado con mil grullas, que según se cree son un buen auspicio; pero, la trama conduce al lector por otros caminos, aunque el tono de la historia lo da la imagen de ese pañuelo cuya presencia es constante en un relato donde los destinos de los protagonistas están influenciados por gente desaparecida.
La riqueza en los diálogos, basados en alusiones, junto con las frases cortas que iluminan como pinceladas en una pintura los hechos que se describen y donde cada acto tiene un significado específico (como los elementos y las acciones de un rito), hacen de esta novela un clásico de la literatura japonesa y universal.

viernes, 18 de enero de 2019

La ratonera

“…sobre el cadáver encontraron un papel que decía ‘Éste es el primero’; y debajo de estas palabras había tres ratoncitos dibujados y unas notas musicales. Las notas corresponden a la cancioncilla infantil titulada ‘Tres ratones ciegos’.”
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Una de las piedras de toque del subgénero policial es sin lugar a dudas La ratonera (The Mousetrap), la obra de teatro escrita por Agatha Christie que no ha dejado de representarse ininterrumpidamente desde su estreno en el Theatre Royal de Nothingham en el otoño de 1952 y que después de su traslado a la ciudad de Londres se ha convertido en otro de los atractivos turísticos de esa ciudad.
En una casa de huéspedes que ha abierto sus puertas recientemente se cometerá un crimen, y se intentará llevar a cabo otro; situación que tiene sus raíces en hechos del pasado. Coinciden en aquel lugar ocho personajes que se ven envueltos en el desenlace de una vieja historia que involucra a unos niños. Como en toda obra de carácter policiaco todos resultarán sospechosos, y el espectador pasará de una certeza a otra hasta el final.
Gracias a la habilidad de Agatha Christie para pintar caracteres con unos cuantos trazos y a las claras indicaciones que da a los actores o las efectistas entradas y salidas de escena perfectamente definidas en el libreto, se mantiene la tensión sin que llegue a decaer la expectativa a pesar del tono de comedia ligera que se respira todo el tiempo.
El pasado, la venganza y el toque macabro de las canciones infantiles son elementos que aparecen con frecuencia en la obra de esta autora quien supo combinar como pocos escritores los elementos policiacos y de suspenso con un agudo sentido de la observación del comportamiento humano para producir una obra que en su conjunto es bastante sólida.