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viernes, 6 de julio de 2018

Nuestro corazón

¿Amamos porque nos encontramos un día con un ser que en verdad nos parece creado para nosotros o amamos, sin más, porque hemos nacido con la facultad de amar?”
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En 1890, cuando fue publicada en Francia “Nuestro corazón” de Guy de Maupassant, una mujer moderna como Michèle de Burne era aquella cuya actitud hacia el amor distaba mucho de la que adoptaban aquellas que languidecían y padecían a causa de sus emociones.
Michèle es una joven viuda que ha pasado por una dura experiencia matrimonial y debido a ello ha decidido prescindir de la aprobación masculina (su independencia económica le facilita la independencia emocional). Dando la apariencia de ser fría y calculadora analiza el grado de satisfacción que le pueden dar los hombres que frecuentan su compañía.
Casi todos los asiduos a su salón, donde recibe a artistas y a las celebridades del momento, pasan por un periodo de enamoramiento que los convierte en fieles seguidores cuando éste se aplaca. Pero no sucede lo mismo con André Mariolle cuya sensibilidad y forma de expresarse lo diferencian tanto de los otros que llega a despertar en ella sensaciones y sentimientos de los que creía estar a salvo.
La capacidad de Guy de Maupassant para presentar unos personajes completamente creíbles es quizá uno de sus más grandes logros en esta novela. Aquí no hay caracteres irreales. La única falta de la que se le podría acusar es de estar demasiado ligado a su época, pero en realidad este es quizá uno de sus mayores aciertos: presentarnos unos personajes por medio de los cuales sabemos cómo asumían sus relaciones algunos hombres y mujeres a finales del siglo XIX.

viernes, 11 de mayo de 2018

Bola de sebo

Fotograma de la película soviética Pyshka (Bola de sebo) de 1934
La mujer, una de esas llamadas galantes, era célebre por su precoz gordura, que le había valido el sobrenombre de Bola de Sebo. Baja, redonda por todas partes, gorda a reventar, con dedos hinchados, estrangulados en las falanges, semejantes a rosarios de pequeñas salchichas, de piel brillante y tensa, un pecho enorme que resaltaba bajo el vestido, era todavía apetitosa y buscada, pues su frescura era agradable a la vista. Su rostro era una manzana roja, un pimpollo de peonía pronto a brotar; y en todo eso se abrían, arriba, dos ojos negros. magníficos, sombreados por grandes pestañas espesas que ponían una sombra dentro de ellos. Abajo, una boca encantadora, angosta, húmeda para el beso, adornada por dientes brillantes y menudos.
Poseía, además, según se decía, cualidades inapreciables.”
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En el desolador escenario de la derrota francesa en la guerra franco prusiana de 1870 se desarrolla un drama que tiene como protagonista a Elisabeth Rousset más conocida como Bola de sebo, una mujer de la vida galante en la ciudad de Ruan.
Este relato publicado en 1880 por Guy de Maupassant, nueve años después de finalizada la guerra, cuenta un hecho donde intervienen directamente diez personajes que en determinado momento se ven a merced de un militar prusiano.
En un coche que huye de la ciudad invadida, viajan unas personas que representan en mayor o menor medida la sociedad de una ciudad secundaria: la nobleza, la pequeña burguesía, la iglesia, los marginales. Cada uno de ellos tendrá un papel en el drama que se escenificará en una posada adonde llegará el coche después de un largo viaje. En ese lugar empezará el asedio por parte de un oficial prusiano y de siete de los viajeros sobre la voluntad y el patriotismo de Bola de Sebo.
Su profesión la hace odiosa, pero su generosidad la acerca durante un breve tiempo a ellos. Las circunstancias la convierten paradójicamente en salvadora para luego ser devuelta al lugar donde la mala conciencia de sus acompañantes la ha ubicado siempre.
La pluma de Maupassant, un escritor que supo analizar con habilidad el comportamiento humano, retrata nítidamente la forma en que los principios morales se aplican o no según convenga. Una situación que puede repetirse en cualquier sociedad contemporánea donde los prejuicios siguen tan vigentes y virulentos como en el lejano siglo XIX. La diferencia está en que los rechazos han cambiado de forma y de color adquiriendo el eufemístico aspecto de lo que se ha dado en llamar políticamente incorrecto.