La novela de José Donoso El
lugar sin límites, que hurga en el oscuro mundo del deseo, la protagoniza Manuel González Astica, más conocido como la Manuela.
El eje de la historia está ubicado en
el prostíbulo de la Estación el Olivo; un pueblo moribundo. Manejado por la
Japonesa es el centro de reunión de los hombres de la localidad. Allí fue donde
se celebró una noche el triunfo en las elecciones de don Alejo, un
terrateniente, con mujeres traídas de otro pueblo, con cantantes y además con
la Manuela, que traía consigo sus ínfulas de bailaora y su bata colorada, de manola.
Pero las cosas se le complican a éste cuando don Alejo y la Japonesa deciden,
en plena fiesta, acorralarlo. Como resultado de semejante acción nace la
Japonesita quien se encargará de regentar el lugar a la muerte de su madre y de
intentar controlar a la Manuela, su padre, que en sus arrebatos de gran artista
sufre incontables tormentos a manos de los hombres que en secreto desean algo
que quizá ninguna mujer podrá darles y que, tal vez, él sí.
Sin embargo puede más el rechazo
a la persona en la que se ha convertido Manuel González. Un rechazo que
personifica Pancho Vega quien oculta, tras la violencia, que su deseo también
se fija en un hombre, aunque éste funja de mujer; aunque esté acabado por los
maltratos y el desasosiego que sus propios apetitos e ilusiones le han deparado;
confinándolo en un infierno, ese lugar que, según Christopher Marlowe, no tiene límites.
Esta obra, publicada en 1966,
plantea el eterno conflicto entre el deseo y los estereotipos, tan vigente ayer
como hoy, a pesar de los supuestos cambios hacia la aceptación de todo tipo de
diferencias.