“Verdades tragadas, pensamientos no pronunciados sumían al cuerpo en la
amargura, lo revolvían haciendo de él una mina de miedo y de odio. Rigidez y
reblandecimiento al mismo tiempo eran los síntomas principales de la extraña
enfermedad. En el aire había un velo a través del cual se respiraba y se
hablaba. Los contornos se volvieron confusos, a las cosas ya no se las llamaba
por su nombre.”
*************************
La Torre de Uwe Tellkamp, publicada en
2008, narra una historia que se desarrolla en las postrimerías de la República
Democrática Alemana, describiendo las circunstancias de una clase media que en
teoría no existe en esta supuesta democracia, pero que es fácilmente
identificable, tanto como son reconocibles los miembros de esa pequeña
burguesía que en público acata los postulados del partido pero que en privado busca
y disfruta de algunas prerrogativas como viajes al exterior y el acceso, así
sea restringido, a diferentes productos de occidente, además de una fuerte,
extensa y segura red de relaciones que le permite paliar necesidades sin tener
que acudir al dinero, una especie de sociedad del trueque basada en favores.
Los personajes de esta novela (médicos,
ingenieros, editores y abogados entre otros profesionales) tienen que vivir en
casas que fueron divididas para que sirvan de alojamiento a varias familias donde
se comparte por obligación, la sala, el jardín (donde lo hay) y hasta el baño
mientras los privilegiados que pertenecen a una élite similar a la aristocracia
roja soviética pueden vivir en grandes casas individuales como cualquier
burgués, merced que no se reduce a la vivienda sino a todas esas prebendas que
se adquieren con la riqueza, así en aquel país ésta no se le pueda atribuir oficialmente
a un solo individuo.
En cada uno de los personajes principales
se evidencia el forcejeo entre sus convicciones y las creencias prescritas para
una sociedad absolutamente reglamentada: Meno, editor y entomólogo, debe luchar
por mantener cierta independencia con respecto a la censura que limita su
trabajo; la señora Schevola, vetada en la sociedad de escritores (llamada eufemísticamente
Asociación de Trabajadores del Espíritu) por expresar lo que le parece y no escribir
según los dictados estatales que promueven una literatura panfletaria, es
relegada al ostracismo; Christian, el estudiante y lector insaciable que
compromete todo su futuro por leer lo que no está permitido, espera a que el
tiempo que pase obligatoriamente en el ejército no destruya las ideas
humanistas que ha desarrollado con sus lecturas. Situaciones que se asemejan a
las que viven todos en cada uno de sus campos de trabajo.
La ciudad de Dresde sirve de epicentro a este gran relato descrito con gran belleza por un autor que disecciona la realidad con pulso tan firme como lo hace Richard, el cirujano, otro de los personajes atrapados en ese mundo de verdades a medias y falacias absolutas.