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viernes, 5 de abril de 2019

Boquitas pintadas

«FALLECIMIENTO LAMENTADO. La desaparición del señor Juan Carlos Etchepare, acaecida el 18 de abril último, a la temprana edad de 29 años, tras soportar las alternativas de una larga enfermedad, ha producido en esta población, de la que el extinto era querido hijo, general sentimiento de apesadumbrada sorpresa, no obstante conocer muchos allegados la seria afección que padecía.»


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En 1969 Manuel Puig publicó la novela “Boquitas pintadas” donde narra la vida de unas mujeres que ha sido marcada directa o indirectamente por Juan Carlos, un muchacho seductor que muere a los 29 años dejándoles en la memoria una imagen eternamente joven mientras que para ellas el tiempo sigue su curso sin llegar a satisfacer sus expectativas.
Para contarnos la historia de Nené, Mabel o Celina el autor se vale de expresiones de la cultura popular (en el cine, la radio, la música, la moda, las revistas), pero sobre todo de la correspondencia que mantienen los protagonistas, para armar una trama que se desarrolla durante décadas. Utiliza el género epistolar para definir el perfil social y psicológico de sus personajes. Convencionalismos y costumbres afloran en las cartas para dar cuenta de las ideas que determinan el patrón de vida de hombres y mujeres en la época en la que suceden los hechos (entre 1935 y 1968).
Es esta una novela de lo cotidiano donde cartas, álbumes de fotografías familiares, agendas o documentos oficiales son los elementos que combina Puig para levantar el plano de una vida en el que las relaciones entre la gente están determinadas por especulaciones, ideales y prejuicios; donde la exaltación de las emociones que expresan las canciones (tangos y boleros), la radio en las novelas o el cine y las revistas reducen la realidad a una copia insuficiente.

viernes, 24 de febrero de 2017

El beso de la mujer araña

Con El beso de la mujer araña Manuel Puig demuestra, una vez más, que el relato puede ser otra fórmula para seducir. Molina, acusado por un delito sexual, le cuenta a su compañero de celda una serie de películas, exponiendo simultáneamente su manera de pensar con respecto a la vida. El receptor de las historias es Valentín, un preso político que tratará, sin lograrlo, de ideologizar las narraciones. Sin embargo la necesidad de escuchar, o de pasar el tiempo, lo llevará a respetar al fin la voz del relator, limitándose a preguntar sin hacer juicios críticos.
Entre estos dos personajes, tan disímiles, se teje una compleja relación que tiene como consecuencia cambios radicales: Valentín ve como el enfoque inicial, frente a las ideas y al comportamiento de Molina, se modifica a medida que conoce su historia personal. Molina, que está más interesado en salir de la prisión que en los meandros ideológicos de Valentín, se ve al final involucrado en los asuntos políticos de éste.
En 1976, cuando apareció la obra, el conocimiento sobre la homosexualidad masculina se reducía, en la mayoría de los casos, a prejuicios centenarios. La novela incluye vastas notas de pie de página que intentan realizar una labor pedagógica relacionada con la orientación sexual de “Molinita”, pero los propósitos educativos del autor ralentizan la dinámica de la novela que, por otro lado, acierta en la mezcla de realidad y fantasía: las horas opresivas de la cárcel se diluyen en los intensos momentos de las películas donde mujeres seductoras se ven envueltas en todo tipo de aventuras.