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viernes, 16 de marzo de 2018

El corazón es un cazador solitario

“En el pueblo había dos mudos, y siempre estaban juntos. Cada mañana, temprano, salían de la casa en que vivían y caminaban tomados del brazo por la calle en dirección al trabajo. Ambos amigos eran muy diferentes. El que encabezaba la marcha era un griego obeso y soñador. Durante el verano lucía camiseta de polo amarilla o verde, colgando suelta por atrás, y por delante metida de cualquier manera en los pantalones. Cuando el tiempo era más fresco se echaba encima un deformado jersey gris. Tenía un rostro redondo y grasiento, con párpados semicerrados, y sus labios esbozaban una sonrisa leve y estúpida. El otro mudo era de elevada estatura. En sus ojos había una expresión vivaz e inteligente. Vestía siempre de manera pulcra y muy sobria.”
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Así comienza la novela El corazón es un cazador solitario, publicada por Carson McCullers en 1940, donde son varios los personajes que se toman el escenario para protagonizar su historia en diferentes momentos.
Soñadores de todas las condiciones desfilan por esta obra que profundiza con lucidez en las emociones de sus personajes: desde una niña de catorce años hasta un viejo médico marxista que se identifica, aunque no completamente, con un activista que recorre los pueblos del Sur llevando a los trabajadores lo que él considera es la buena nueva. Desde un mudo que alberga un amor desmedido hasta una serie de personas en cuyas vidas los hechos cotidianos adquieren dimensiones catastróficas.
Todo esto sucede en un pueblo donde el tiempo pasa a un ritmo diferente. Donde las acciones de la gente están determinadas por acontecimientos que en otro lugar se manifestarían de distinta forma.
Con su maestría para contar historias Carson McCullers nos seduce con palabras que son capaces de describir una sinfonía de Beethoven escuchada por una niña o lo que pasa por la mente de un hombre que no puede hablar pero que es capaz de comunicarse con todos los que se le acercan menos con la única persona que le importa. McCullers no se apiada de nadie y mucho menos del lector que asiste al desmoronamiento de muchos sueños incipientes y a finales sorpresivos que se perfilan ya desde el comienzo de la novela.
En esta obra, que conmueve desde el título hasta la última frase, se plantean temas bastante delicados para la mentalidad de la época que consideraba las reivindicaciones sociales de todo tipo como asuntos en los que se comprometía la seguridad del Estado. Ejemplo de ello es la relación entre Singer y su amigo Antonapoulos que nadie en el lugar parece encontrar extraña o el trato inhumano e injusto que se le da a una población sin derechos casi dos décadas antes del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos. O la posesión de armas de fuego por la gente del común.
Sin apelar a la sensiblería, sin tomar partido, la autora pone sobre la mesa asuntos que mueven la conciencia del lector poniéndolo frente a frente con sus creencias, prejuicios y convicciones.

viernes, 12 de enero de 2018

La balada del café triste

Tres historias de amor son el motivo para que Carson McCullers en La balada del café triste, publicada en 1951, explore las características de unos personajes cuyo destino está marcado por instancias que se escapan a su control y el laberinto por el que transitan unos amores que no dejaron de sorprender a aquellos que los presenciaron.
En un pueblo melancólico hay un edificio a punto de derrumbarse donde es posible ver, de vez en cuando, por una de sus ventanas, un personaje que parece un fantasma. Se trata de Miss Amelia Evans una mujer solitaria que a pesar de su temperamento, fuerte e indomable, se vio envuelta en un torbellino emocional que ninguno de los que la conocieron pudo predecir.
Durante mucho tiempo llevó una vida marcada por la rutina (como propietaria, productora de whisky, sanadora y litigante) hasta que decidió casarse con Marvin Macy el hombre más malo de los contornos; un matrimonio que duró diez días. Pero aunque la paz regresó a la vida de Miss Amelia ésta se vio alterada por la llegada de Lymon Willis un hombre que dijo ser su primo, dando paso a otro periodo de estabilidad como dueña de un café donde se expendía su excelente whisky. Hasta que el pasado alcanza a Miss Amelia y por ende al primo quien jugará un papel determinante en el desenlace de esta historia.
Párrafos tan elocuentes como los que se refieren al whisky que vende Miss Amelia o la definición que hace la autora de lo que significa ser amante o ser amado hacen de esta pequeña novela un texto difícil de eludir a la hora de indagar en los misterios del corazón humano.