“Nadie llega al cielo, y nadie consigue su tierra. La tienen en la cabeza, nada más. No hacen más que hablar de eso, siempre, siempre, pero sólo lo tienen en la cabeza.”
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En 1937 John Steinbeck publica De ratones y hombres, una historia sobre la soledad, la maldad y la intolerancia, pero también sobre la solidez o la fragilidad de los sueños. Una novela corta donde se pone en tela de juicio la responsabilidad sobre la violencia que pueden acarrear los actos de cualquier persona.
George y Lennie son dos caracteres opuestos que se necesitan: Lenni, un hombre grande con una precaria capacidad intelectual y una fuerza descomunal, camina en pos de su amigo y mentor George, quien intenta conciliar sus intereses y necesidades con la compasión que le inspira Lenni que, aunque casi siempre hace lo que George le dice, cuando la fuerza y la violencia ciega que lleva en su interior toman el control de sus acciones nada puede hacerse.
En los Estados Unidos arrasado por la Gran Depresión van estos dos hombres de rancho en rancho buscando trabajo, pero sobre todo tranquilidad, la que siempre les es esquiva. Siempre terminan metiéndose en problemas a causa de la incapacidad de Lennie para dominar sus deseos que, aunque simples, no dejan de alterar a la gente que está a su alrededor.
Cuando llegan a uno de los tantos ranchos del Sur esperan encontrar allí lo que han estado buscando: un lugar en el que puedan permanecer el tiempo suficiente para ahorrar el dinero con el que comprar la tierra que les dará la libertad de vivir a sus anchas y donde Lennie podrá tener un pequeño animal al que acariciar sin que se muera.
Pero quizá George no ha tenido en cuenta que los propios sueños están sujetos a las fantasías o pesadillas de los demás. En el rancho se encuentra con personajes que podrían contribuir a hacerlos realidad o a destruirlos para siempre; gente que fortalecerá su quimera o la destruirá definitivamente.
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