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viernes, 28 de junio de 2019

Evocación de Matthias Stimmberg

La misantropía es un humanismo;
el humanismo es también una misantropía.”
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Entre todas las obras que ocupan un lugar notable en la historia de la literatura por la habilidad y relieve de sus creadores hay que destacar aquellas que superan el ámbito de un cuento sin pasar de unas pocas cuartillas. Una de ellas es “Evocación de Matthias Stimmberg” de Alain-Paul Mallard, publicada en 1995, donde se revive el enigma que suscitan los escritores imaginarios; pues Stimmberg no existe.
Con cada uno de los cuadros de esta pequeña pieza literaria se va descubriendo el perfil de un hombre que disecciona su entorno y su propia historia sin hacerse ni hacerle concesiones a nadie. Con frialdad y precisión retrata su cotidianidad y sus recuerdos.
Si por sus obras se puede conocer el alma de un escritor, en este caso debemos ceñirnos a estos pocos escritos para saber quién es Stimmberg, aún a sabiendas de su naturaleza ficticia.
La pluma de Mallard erige con palabras la realidad de un autor, asentado en una geografía fácilmente identificable, que se relaciona con personas de carne y hueso con cuyas vidas se entrecruzan sus propias memorias; gracias a esta remembranza, un poeta llamado Matthias Stimmberg tiene un lugar de mérito en el universo literario.
De la reedición que se hizo en 2015 merece destacar la inserción de unas ilustraciones de la “Vida de los animales”, del escritor y zoólogo alemán Alfred Edmund Brehm, publicada entre 1864 y 1869, cuyos grabados decimonónicos contribuyen a sumir el libro en ese ambiente de ambigüedad que nos producen las narraciones autobiográficas de un poeta casi verídico.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Tres novelas exóticas


“...lo que uno recuerda se parece sólo parcialmente a la realidad.”
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El escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa publicó en 2015 “Tres novelas exóticas” cuyo tema se ha tratado con frecuencia en la literatura de todas las épocas: el de los lugares catalogados de insólitos por su geografía o por las costumbres de la gente que los habita. En estos tres relatos lo exótico remite principalmente al comportamiento de la gente con la que se relacionan sus narradores.
En la selva del Petén, en Guatemala, un hombre que ha construido su casa en un lugar donde espera estar en comunicación directa con la naturaleza se enfrenta de manera accidental con unos cazadores furtivos (que se ven a sí mismos como seres tan naturales y necesarios como los propios animales) involucrándose además en el tráfico de tesoros arqueológicos. Al norte de Marruecos, en Tánger, una ciudad con un perfil medieval, unas supersticiones aparentemente triviales nos dan a conocer un lugar donde un hombre puede perder el rumbo con facilidad. En Chennai, más que el retrato de la intensa diversidad de una ciudad india la atención del lector se fija en una trama que combina la historia de la teosofía con las supuestas aventuras del narrador.
Quizá sea exagerado aplicar el término novela a estas cortas historias que no dejan de ser interesantes, por los caracteres que aparecen en ellas, pero que no llegan a desarrolla con amplitud ni las tramas ni los personajes; tan exagerado como llamar exótico un lugar por sus características geográficas, étnicas o culturales en una época en donde esas particularidades están determinadas por el turismo programado y han sido convertidas en otra mercancía.