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viernes, 8 de junio de 2018

Por encima del mundo

“—Nosotros no somos turistas —dijo la señora Slade—. Vamos a donde queremos cuando queremos. Es la única forma de viajar. Viajar en grupo es degradante. Lo que importa es ser libre. No tener que hacer planes por adelantado.”
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En la última novela que escribió Paul Bowles, Por encima del mundo (1966), el doctor Taylor Slade y su esposa Day, una pareja de viajeros estadounidenses, llegan a un indeterminado país latinoamericano donde tienen la oportunidad de experimentar muy de cerca el color y la atmósfera locales.
El día posterior a su llegada a la capital (una ciudad de la que nunca se llega a conocer el nombre), Day conoce por casualidad al joven Grove Soto, hijo de un acaudalado hombre suramericano, quien la lleva a conocer su apartamento y la invita para que lo vuelva a visitar con su esposo. En esa visita que se prolongará debido a circunstancias imprevistas la pareja se ve involucrada de manera tangencial con otros personajes como Luchita, una joven de 17 años adicta a la marihuana, o Thorny el canadiense, secuaz de Grove.
A partir de ahí los acontecimientos se desenvuelven como en una pesadilla: una súbita enfermedad que a pesar de estar separados los ataca a los dos de manera simultánea les causa una pérdida de memoria que se mezcla con recuerdos y experiencias en pueblos y parajes extraños, desestabilizando su concepto de la realidad. Los Slade acaban de caer en una telaraña tejida con precisión milimétrica.
Personajes clásicos de la literatura como los trotamundos que recorren países que consideran exóticos en busca de sensaciones nuevas o como el viajero entrometido que se conoce en algún momento del viaje, se mueven en un paisaje tropical magistralmente recreado.
En ésta obra, como en El cielo protector, Bowles resalta ese perfil inasible que caracteriza los lugares en los que se desarrollan sus historias.

viernes, 23 de febrero de 2018

El lugar sin límites

La novela de José Donoso El lugar sin límites, que hurga en el oscuro mundo del deseo, la protagoniza Manuel González Astica, más conocido como la Manuela.
El eje de la historia está ubicado en el prostíbulo de la Estación el Olivo; un pueblo moribundo. Manejado por la Japonesa es el centro de reunión de los hombres de la localidad. Allí fue donde se celebró una noche el triunfo en las elecciones de don Alejo, un terrateniente, con mujeres traídas de otro pueblo, con cantantes y además con la Manuela, que traía consigo sus ínfulas de bailaora y su bata colorada, de manola. Pero las cosas se le complican a éste cuando don Alejo y la Japonesa deciden, en plena fiesta, acorralarlo. Como resultado de semejante acción nace la Japonesita quien se encargará de regentar el lugar a la muerte de su madre y de intentar controlar a la Manuela, su padre, que en sus arrebatos de gran artista sufre incontables tormentos a manos de los hombres que en secreto desean algo que quizá ninguna mujer podrá darles y que, tal vez, él sí.
Sin embargo puede más el rechazo a la persona en la que se ha convertido Manuel González. Un rechazo que personifica Pancho Vega quien oculta, tras la violencia, que su deseo también se fija en un hombre, aunque éste funja de mujer; aunque esté acabado por los maltratos y el desasosiego que sus propios apetitos e ilusiones le han deparado; confinándolo en un infierno, ese lugar que, según Christopher Marlowe, no tiene límites.
Esta obra, publicada en 1966, plantea el eterno conflicto entre el deseo y los estereotipos, tan vigente ayer como hoy, a pesar de los supuestos cambios hacia la aceptación de todo tipo de diferencias.