viernes, 12 de mayo de 2017

Seda


“Como por un singular precepto, dondequiera que fuese, aquel hombre andaba en una soledad incondicional y perfecta.”
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Hervé Joncour el protagonista de Seda, la novela de Alessandro Baricco publicada en 1996, tiene un trabajo poco habitual, debe recorrer cientos de kilómetros para comprar huevos de gusano en Siria y Egipto. Pero las circunstancias lo harán viajar más lejos, hasta el Japón, el país más exótico de todos en 1862.
En los confines del mundo encontrará, después de recorrer ocho mil kilómetros, una mirada, que es tan elocuente, que no necesita palabras para expresar todo lo que siente una mujer con rostro de niña y ojos occidentales.
Este hombre, para quien la vida no presenta tropiezos, se ve ante a un misterio que lo perturba pero que no cambia su mundo.
Las vicisitudes del comercio de la seda quedan en un segundo plano ante un sentimiento que no se expresa en palabras sino mediante símbolos y con las metáforas que están en el fondo y en la superficie de una novela tan concisa como un poema o un cuento.
En esta novela no sobra nada. En escasas setenta páginas y con casi diez personajes el autor es capaz de hacernos recorrer el mundo de oeste a este y viceversa y de enseñarnos la forma que puede adoptar una pasión tan reposada como intensa.
De los personajes que aparecen en esta historia sólo dos (la esposa de Hervé y la japonesa que vive en una fiesta continua) se mueven en un mundo tan real y tangible que no logran influir en la vida del protagonista. Únicamente la mujer que aparece por primera vez ante sus ojos ataviada con un vestido rojo como una llama le enseña a descubrir lo que es la maravilla.