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sábado, 16 de marzo de 2019

Robinson Crusoe

“El miedo al peligro es diez mil veces peor que el peligro mismo y el peso de la ansiedad es mayor que el del mal que la provoca.”
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El 25 de abril de 1719 Daniel Defoe publica la que llegará a ser considerada la primera novela inglesa: “Robinson Crusoe”. En ella narra las aventuras de un hombre que abandonó la seguridad de su entorno para recorrer los mares. A pesar de una dura experiencia inicial persiste en el empeño que lo lleva a pasar por dificultades casi insalvables como la de ser secuestrado y luego vendido como esclavo, experiencias que lo llevan a arrepentirse de su decisión. Sin embargo después de escaparse y de ser rescatado y llegar al Brasil donde permanece un tiempo abandona la seguridad de la tierra firme para emprender un viaje a África que termina en naufragio del que él es el único sobreviviente.
En la isla deshabitada adonde llega construye un refugio con los restos del hundimiento y se prepara para lo que será la larga espera de un rescate que quizá nunca llegue. El tiempo pasa y Robinson Crusoe, ante la posibilidad de no ser encontrado, debe imponerse una estricta rutina de trabajo para no sucumbir a la desesperación.
Pero existen amenazas que pueden poner en riesgo el orden que ha establecido en su mundo. Al cabo de muchos años de soledad descubre la presencia de unos caníbales que llegan periódicamente a la isla para celebrar sus rituales y tras dudarlo mucho decide atacarlos para salvar a un indígena a quien llamará Viernes. Más tarde entre los dos liberarán a otras víctimas que iban a ser sacrificadas por los caníbales y se enfrentarán con unos amotinados ayudando al capitán a liberar su barco en el que podrán viajar juntos a Europa.
A esta novela se le ha cuestionado su innegable carácter colonialista, pero esto no ha sido óbice para que las reflexiones de Crusoe sobre la vida y la naturaleza humana, las dudas que lo asaltan y cómo las supera para no derrumbarse, además de su habilidad para vencer obstáculos y adaptarse a las circunstancias, la hayan convertido en una de las obras más leídas de la historia.

viernes, 7 de septiembre de 2018

Frankenstein o el moderno Prometeo

“¡Cómo me horroricé al verme reflejado en el estanque transparente! En un principio salté hacia atrás aterrado, incapaz de creer que era mi propia imagen la que aquel espejo me devolvía. Cuando logré convencerme de que realmente era el monstruo que soy, me embargó la más profunda amargura y mortificación. ¡Ay!, desconocía entonces las fatales consecuencias de esta deformación.”
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Hace doscientos años Mary Shelley publicó Frankenstein o el moderno Prometeo donde se cuenta, en el común estilo epistolar de la época, la historia de un joven científico que derriba en el siglo XVIII uno de los mayores obstáculos con que se ha tropezado la ciencia.
En las cartas que escribe Robert Walton, un explorador inglés, le describe a su hermana los hechos relacionados con su viaje al polo norte y los acontecimientos que marcan sus jornadas. Entre ellos el más sorprendente: en la soledad de las masas de nieve y hielo él y su tripulación encuentran un hombre casi moribundo. Después del rescate y de una leve mejoría Walton escucha una confesión que se convertirá en un relato sobrecogedor basado en las vicisitudes de ese hombre, su familia y por supuesto de una criatura extraordinaria cuya voz escucharemos cuando justifique sus actos.
Victor Frankenstein que durante su estancia en la universidad se entrega de lleno a su pasión por la química logra insuflar vida en su laboratorio a un ser que él mismo ha armado, pero al conseguirlo se horroriza del resultado sin prever las consecuencias funestas que tendrá su rechazo y él de sus congéneres.
En los albores de la ciencia moderna Mary Shelley cuestiona la moralidad de las acciones de Frankenstein aludiendo vagamente al método utilizado para la creación del ser que rechazado por su aspecto se convertirá en su némesis.
Son muchos los puntos de vista desde los cuales se puede analizar esta novela: moral, científico, literario, estético o naturalista sin llegar a agotar su contenido. Lamentablemente el cine ha explotado principalmente los aspectos pavorosos de la obra; aunque hay que reconocer que sin lugar a dudas ha contribuido a fijar uno de los paradigmas del terror en nuestra imaginación.

viernes, 26 de mayo de 2017

El siglo de las luces

El escritor cubano Alejo Carpentier se apropia de los acontecimientos de la Revolución Francesa (donde se conjugaron lo más sublime y lo más vil del ser humano) para tejer, desde una perspectiva americana, la trama de su obra histórica El siglo de las luces, publicada en 1962.
Escrita en un estilo neo barroco la novela deslumbra por su vitalidad y maestría en el arte de combinar un conocimiento enciclopédico.
La historia empieza en La Habana donde las noticias del exterior apenas repercuten en la vida de tres adolescentes: Carlos, Sofía y Esteban; hasta que las circunstancias, junto con la llegada de Víctor Hughes -un extranjero-, los envuelven en el fárrago de los cambios radicales que se operaron en Europa y América a finales del siglo XVIII e inicios del XIX.
Esteban se involucra directamente en la revolución y el Terror que ésta desata, tanto en Francia como en las Antillas. Especialmente en la isla de Guadalupe trabaja a la sombra de Víctor Hughes (un personaje histórico poco conocido y tan contradictorio como todos los que participaron en el suceso de mayor importancia de la época), quien es designado, por las distintas facciones que se suceden en el poder, para imponer las leyes dictadas en París que cambian con el vaivén de los intereses personales o económicos, como es el caso del Decreto del 16 Pluvioso del año II, sobre la manumisión de los esclavos, que será abolido más adelante.
A los pocos años, después de haber trabajado en su consolidación, Esteban, desencantado, regresa a La Habana y advierte a Sofía y a quienes todavía creen en las bondades del Nuevo Régimen: "Cuidémonos de las palabras hermosas; de los Mundos Mejores creados por las palabras. Nuestra época sucumbe por un exceso de palabras. No hay más Tierra Prometida que la que el hombre puede encontrar en sí mismo.”