"...si uno no dice la verdad ahora, entonces... más tarde duele todavía más."
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El protagonista de la novela El curioso incidente del perro a medianoche, publicada por Mark Haddon en 2003, es un gran conocedor de las estrellas, se llama Christopher John Francis Boone y está a punto de tener muchos más problemas de los que habitualmente se presentan en su mundo. Este chico que no reconoce las expresiones faciales (tiene unos dibujos que le ayudan a identificarlas), cuya mente literal le impide descifrar siímiles o metáforas y para quien es dfícil comprender el lenguaje coloquial ha resuelto escribir un libro.
Todo empezó cuando Christopher, que necesita orden y organización a su alrededor, encontró muerto una noche al perro de su vecina y como no le gustan las novedades y es muy hábil resolviendo incógnitas decidió investigar su muerte y consignar los resultados en un libro, donde los capítulos están numerados siguiendo la secuencia de los números primos. Pero, con los límites que se pone a sí mismo (el rechazo de ciertos colores, el rechazo al contacto físico con otras personas) sumado a otra serie de temores, averiguar qué pasó se le dificultará bastante. Aunque es un gran observador y un excepcional estudiante de matemáticas, no puede procesar con la suficiente velocidad toda la información que puede percibir; su exceso lo paraliza.
A pesar de todo no desmaya, pero entre los datos que recopila este admirador de Sherlock Holmes se encuentra con algo tan sorprendente e inusitado que pierde la confianza en su padre y decide escaparse de su pequeño pueblo para llegar a Londres; un viaje en el que se verá asaltado por la visión de signos y símbolos tan extraños, tan difíciles de descifrar, que lo hacen sentir como si fuera un astronauta solitario viajando hacia una estrella desconocida.
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