“…lo que hay de bello en la vida es siempre un
secreto (…) las cosas que se saben son las cosas normales, o las cosas
desagradables, pero después están los secretos, y es allí donde va a esconderse
la felicidad…”
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En “Tierras de cristal” la novela
de Alessandro Baricco publicada en 1991 todos los caminos conducen a Quinnipak,
una ciudad inexistente, donde todos sus habitantes son excepcionales.
En el industrial Dann Rail que
“soñaba con trenes y sabía dónde estaba el infinito”; productor de cristal de
lujo y viajero incansable, se resume el espíritu de una época trastornada por
los cambios que trajeron consigo los ferrocarriles, cuestionando la concepción
que se tenía del tiempo y el espacio. Su esposa Jun espera a que después de
cada partida del señor Rail llegue una caja, siempre distinta, cuyo contenido
le anuncie su regreso, pero también espera el momento de su propia partida para
completar una misión que posterga continuamente.
Además de ellos que son el eje de
la vida social en la ciudad están entre otros: Pekisch el músico-inventor que
cada semana ensaya la música que interpreta el humanófono, instrumento complejo
que quizá sólo la gente de este lugar sea capaz de entender y disfrutar; la
viuda Abbeg que compone su vida con arreglo a un pasado matrimonial inexistente;
O Pehnt, el chico que apunta diariamente en su cuadernillo ideas y conocimientos
necesarios para la vida. Sin olvidar por supuesto al arquitecto Hector Horeau cuya
aparentemente absurda idea de un palacio de cristal se materializará gracias a
otras manos.
Esta novela toma el pulso a un momento de la humanidad donde los adelantos de la revolución industrial determinaron cambios drásticos en todos los órdenes de la vida. Es una obra cuyos personajes, a pesar de su complejidad, no son la columna vertebral de la novela; ésta la componen las reflexiones y descripciones del autor que, con una prosa compleja y barroca por momentos, arman una trama donde se entremezclan indistintamente las peculiares historias de sus protagonistas.