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martes, 20 de diciembre de 2022

Operation Mincemeat

 

"…siempre es posible convencer a personas por lo demás completamente sensatas para que crean, con auténtica pasión, en algo en lo que de hecho quieren creer."

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Operation Mincemeat o El hombre que nunca existió es una historia de espionaje, pero no es una novela de espías. Los hechos narrados ocurrieron realmente y son desgranados con objetividad por Ben Macintyre en su libro publicado en 2010, donde se destacan dos fechas: el 30 de abril de 1943 y el 10 de julio del mismo año que corresponden al inicio y al desenlace de uno de los engaños mejor consumados en la historia de las guerras: La “Operación Mincemeat”.
Esta operación (en cuyo diseño inicial participó Ian Fleming, el creador de James Bond) se desarrolló con el único objeto de engañar al enemigo con respecto a una pregunta cuya respuesta podría definir el comienzo del fin de la guerra: ¿dónde sería la invasión a Europa por parte de los aliados?
El hecho de que la maquinaria nazi hubiera cubierto Europa con una apretada red de informantes se vio al principio como una dificultad para llevar a cabo la campaña, pero luego desde Londres se tuvo la idea de convertir este obstáculo en una ventaja. Con el fin de lograrlo era imprescindible suministrar información falsa a los alemanes, para que tuvieran la certeza de que la invasión se llevaría a cabo en Grecia.
Teniendo en cuenta la fuerte presencia nazi en la península ibérica, centro de intrigas y presiones de todo tipo y estando España en particular inclinada hacia los alemanes se escogió un lugar de su costa como escenario de esta impostura que, a diferencia de cualquier otro ardid militar ejecutado en la historia, tenía como protagonista a un hombre muerto. Efectivamente, en torno a un cadáver los creadores de “Mincemeat” elaboraron un hombre ficticio: el mayor William Martin. A la manera de los escritores, se encargaron de crearle una vida: historia personal, compromisos sociales, amores y un status sostenido en múltiples detalles, para que en el caso improbable de que el enemigo intentara corroborar algún dato de la vida del mayor encontrara una respuesta convincente.
Además del protagonista fantasma de esta historia el otro, que poco se menciona, fue Glyndwr Michael el hombre que murió solo en un hospital y cuyo cuerpo fue utilizado por los capitanes Ewen Montagu y Charles Cholmondeley, miembros en ese momento de la sección de contraespionaje, engaño y desinformación del MI5 para representar a un hombre muerto en un accidente de avión sobre el Mediterráneo.
Para pergeñar la artimaña perfecta, incluyeron entre sus ropas y en el maletín que llevaba una supuesta carta amorosa y otros documentos personales junto con dos cartas enviadas por dos generales a unos amigos militares donde se hacía referencia al supuesto lugar de la invasión: Grecia.
Si el cuerpo, transportado en submarino desde Inglaterra, llegaba sin novedad a la costa comenzaría la otra parte de la operación en unas circunstancias y en un lugar donde sus creadores no podrían intervenir; solo quedaría esperar a que las fichas del juego montado en Londres fueran movidas como ellos pretendían. Alemanes, traidores y funcionarios deberían desplazarse por la intrincada burocracia española actuando como ellos habían supuesto que lo harían para enviar a Berlín el informe que garantizaría el éxito de la invasión.
Los proyectos humanos donde intervienen tantas personas de índoles tan diferentes y de actividades tan dispares tienen una alta probabilidad de fracasar o de no lograr completamente su objetivo. No es el caso de la “Operación Mincemeat” pues el 10 de julio de 1943 los aliados invadieron Sicilia y el resto es historia.

viernes, 18 de mayo de 2018

Lord Jim

Classics Illustrated (Estados Unidos, 1968)
“Cuando tratamos de enfrentar las necesidades íntimas de otros, percibimos cuán incomprensibles, vacilantes y nebulosos son los seres que comparten con nosotros la visión de las estrellas y el valor del sol. Es como si la soledad fuese la condición dura y absoluta de la existencia; la envoltura de carne y sangre en que se clavan nuestros ojos se licua ante nuestra mano extendida, y sólo queda el espíritu caprichoso, inconsolable y fugaz que ninguna mirada puede perseguir, ninguna mano aferrar.”
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En la novela “Lord Jim” de Joseph Conrad, publicada en 1899, el capitán Marlow relata la historia del marinero Jim basándose en los hechos que conoció de primera mano y en los testimonios que le llegaron por distintas fuentes. Se trata de un hombre a quien un rígido código moral le impide olvidar un suceso en el que no actuó de acuerdo a sus convicciones.
El Patna, un barco que naufraga en el océano Índico, es abandonado por la tripulación de la que Jim hace parte, aunque sólo él sufrirá por los señalamientos que se les harán debido a esa conducta deshonrosa.
Después de su “fracaso”, Jim se dedicará a pasar de un trabajo a otro sin detenerse mucho tiempo en ningún lugar. Como si se castigara por haber fallado en un momento en donde su autodominio fue puesto a prueba.
Más tarde, cuando parece haber encontrado un lugar en el mundo, en la selva, alejado de la civilización a la que pertenece, ésta lo alcanza para retarlo una vez más en cabeza de un seudo pirata que odia lo que él representa. La respuesta que da Jim a ese reto no satisfará a las personas con quienes ha conformado una sociedad paralela a aquella de la que se ha separado.
Muchos de los que han conocido a Jim coinciden en llamarlo ingenuo por su incapacidad de ver el mundo tal como es. Stein, su último jefe, lo tacha de romántico. Quizá sea esta la mejor definición para un hombre que está dispuesto a pagar con su vida por los errores cometidos.