domingo, 17 de noviembre de 2019

Pachinko


“Escucha hombre, no hay nada que puedas hacer. Este país no va a cambiar. Los coreanos como yo no pueden irse. ¿Adónde iríamos? Pero los coreanos allá en casa tampoco están cambiando. En Seúl, a las personas como yo les dicen bastardos japoneses, y en Japón, yo sólo soy otro sucio coreano sin importar cuánto dinero tenga o que tan simpático sea. Así que al diablo. Todos aquellos que han regresado al norte o están muriéndose de hambre o están muertos de miedo.”
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La historia que cuenta Min Jin Lee en Pachinko (2017) inicia con el siglo XX, pero empieza a desarrollarse propiamente en la década de los años treinta en Corea, un país empobrecido víctima de las ansias imperialistas de la clase militar japonesa de la época.
Sunja, la protagonista principal, nace en una familia que regenta una posada donde se hospedan pescadores y viajeros ocasionales. Cuando se hace evidente que, debido a una relación oculta, Sunja tendrá un hijo, Isak, uno de esos viajeros se ofrece a casarse con ella y llevarla al Japón donde él trabajará como ministro en una iglesia cristiana. Después de un relativo periodo de estabilidad Isak muere como consecuencia de la persecución religiosa y Sunja tiene que seguir su vida con dos hijos apoyada por el cuñado y su esposa.
En ese país se desarrollará el drama de la familia de Sunja y sus hijos, Noa y Mozasu; como ciudadanos de segunda clase y sin apenas derechos deberán afrontar las privaciones que los reveses sociales traen consigo (la II Guerra Mundial, la división de su país) y aceptar el menosprecio por parte de la sociedad para la cual siempre serán extranjeros aunque intentarán superar ese estigma por diferentes medios: Sunja con su trabajo, Noa mediante el estudio, mientras que Mozasu se asocia desde muy joven al Pachinko, un tipo de entretenimiento que produce mucho dinero, aunque no logra hacer que los demás olviden la marca que identifica a su familia como indeseable. Tal vez Solomon, hijo de Mozasu y nieto de Sunja, pueda llegar a integrarse en una sociedad japonesa que cada vez parece más abierta y accesible para los foráneos.
Esta novela además de ser una alabanza al trabajo y a la tenacidad es también una concienzuda crítica a la xenofobia y al racismo que sigue imperando en tantos países.