En la novela Firmin (2006),
Sam Savage nos presenta un personaje excepcional por su naturaleza y por
las circunstancias especiales que lo rodean. Un ser que pasa la mayor parte de su
vida confinado en una librería de donde sale para observar a la gente a quien
admira pero a la que no puede acercarse.
Sólo encontramos allí
dos personajes principales además de Firmin. Sin embargo, la obra está llena de
acontecimientos evocados por cuenta del extenso bagaje literario de quien nos
describe su vida. Una vida plagada de aventuras (vive mil vidas y muere mil
muertes) y de todas las vicisitudes por las que transita un ser humano cuando
lee.
Y es ahí donde radica
el gran problema. Firmin, el protagonista, es en realidad una rata que, por una
extraña circunstancia, adquiere la capacidad de leer; esto lo lleva a
desarrollar una gran pasión por los libros y por todo lo humano en general.
Empieza devorándose las páginas para luego dedicarse a leer desmesuradamente lo
que hay en ellas, saboreando cada palabra, cada frase. Vive por y para las
historias que encuentra en los libros y también en el cine. Pero es sobre todo
en la literatura donde halla el material que necesita para soñar con lo que más
anhela. Aunque, tiene que rendirse a la evidencia: a los ojos de la gente no
deja de ser un roedor.
Además de ser una novela donde se relaciona un interesante canon de
lecturas (se hace referencia a más de 70 títulos) es una historia de la soledad
y de la tristeza de quien se sabe capaz de sentir toda la nobleza que pueden
albergar las personas, así no pueda expresarlo.