“…debían engañarse a sí mismos hasta creerse voceros de una ética inmaculada para justificar la violencia, en vez de mirarla cara a cara y verla como era, la consecuencia del odio, del rencor, del miedo, de la rapiña, de la innata brutalidad. No, ellos no se atrevían a asumir su odio. Ni su codicia, ni su prepotencia, ni su cobardía. Para subsistir necesitaban conservar una imagen estilizada de sí mismos, estática, ideal…”
*************************
Desde el principio de Casa de
campo, novela publicada en 1978, José Donoso anuncia su carácter ficticio interpelando
al lector directamente para declarar su intención de contar una historia nacida
de la imaginación.
Una familia numerosa que incluye a
más de treinta hijos entre los cinco y los diecisiete años llega a su casa de
campo, como todos los veranos, seguida por una descomunal corte de sirvientes.
Allí pasarán tres meses. Aunque en esta ocasión una nueva actividad alterará la
organización familiar; cambiará su realidad variando todos los rituales.
Los adultos de la familia Ventura
se van de paseo y dejan a sus hijos a cargo de Juvenal, el mayor de ellos. Pero
la salida se prolongará tanto que todas las estructuras de orden, poder y
conocimiento se derrumban.
Asediados por temores ancestrales
tanto los niños que permanecen en la casa a la espera del regreso de los
adultos, como estos, cuyo tiempo no transcurre, son presa de las limitaciones
que han marcado sus vidas desde siempre. Los mitos que rodean la casa, que es un universo en sí misma,
y las pasiones que mueven a los que se fueron y a los que se quedaron, se
combinan con la voluntad de quienes soterradamente socavan el statu quo que es
tan rígido y antiguo como el ideario que da cohesión a la familia. La
casa y la llanura inconmensurable que la rodea son tan protagonistas como los Ventura
o sus sirvientes o las figuras que se mueven en los cuadros, en los murales, en
los subterráneos.
Que los personajes de esta obra
son el producto de la imaginación del autor se hace evidente, sobre todo, en el
comportamiento de los niños cuyas ideas, deseos y actitudes en la mayoría de
los casos son tan complejas como las de los adultos.
Son muchos los lugares y momentos que se entrecruzan en esta
obra donde las metáforas parecen adquirir la consistencia de la realidad por
medio de una trama que, compuesta de verdades y leyendas, está inmersa en un
tiempo que transcurre a ritmos distintos y en un espacio que se deshace y
reconstruye sin cesar.