viernes, 24 de agosto de 2018

El viento en los sauces


“Nosotros, los que desde hace tiempo hemos perdido los sentidos físicos más sutiles, no tenemos el vocabulario adecuado para expresar la comunicación de un animal con el mundo que lo rodea.”
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En 1908 Kenneth Grahame publica un clásico de la literatura infantil: “El viento en los sauces” con ilustraciones de Paul Bransom; desde entonces las aventuras de Topo, Rata de agua, Tejón y Sapo han acompañado a lectores de todas las edades.
Todo comienza un día de primavera cuando Topo influenciado por el espíritu de la tierra que renace decide explorar el mundo exterior. Cuando sale a la superficie su amplitud lo sorprende. Con quien primero hace amistad es con Rata de Agua (navegante y poeta) quien lo invita a quedarse en su casa a la orilla del río. Desde allí, Topo continuará después conociendo lugares como el Bosque Salvaje o la mansión de Sapo y personajes como su frívolo e irresponsable dueño o el señor Tejón que representa la mesura.
En “El viento en los sauces”, donde todos llevan una vida alterada solamente por las vicisitudes propias de cualquier comunidad, conviven seres humanos y animales en orden de igualdad mezclando sus asuntos como sucede en las malhadadas aventuras de Sapo, que no conoce restricciones, o las aventuras de Rata y Topo relacionadas con las características de cada estación.
Tanto en la tradición popular como en la literatura universal se encuentran bastantes ejemplos de cuentos y fábulas con animales humanizados; desde Esopo hasta nuestros días muchos autores han dedicado su talento a escribir historias de animales cuyas vidas como las de los humanos están marcadas por el carácter de cada individuo.

viernes, 17 de agosto de 2018

El doble


Todos los presentimientos del señor Goliadkin se habían cumplido. Todo lo que temía y sospechaba se había trocado en realidad. Se le cortó el aliento y sintió un mareo. El desconocido estaba sentado en su propia cama, sin quitarse el gabán y el sombrero; y con una ligera sonrisa, frunciendo levemente el entrecejo, le dirigía un amistoso movimiento de cabeza. El señor Goliadkin quiso gritar, pero no pudo; protestar de alguna manera, pero le fallaron las fuerzas. Se le erizó el cabello y se desplomó exánime del horror que sentía. ¿Y cómo no? El señor Goliadkin había reconocido enteramente a su amigo nocturno. Su amigo nocturno no era otro que él mismo, el propio señor Goliadkin, otro señor Goliadkin, pero absolutamente idéntico a él... En una palabra, su doble...”
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En 1846, mucho antes de la publicación del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson o de la aparición de las teorías psicológicas de Sigmund Freud o Karl Jung, Fiódor Dostoyevski publica “El doble”, su segunda novela, donde narra las peripecias por las que pasa Yakov Petrovich Goliadkin, un funcionario del intrincado aparato estatal ruso.
Goliadkin, quien se tiene por hombre juicioso, ve como su lugar en la sociedad es cada vez más precario a causa de unos sucesos que han deteriorado su estabilidad emocional, hasta el punto de temer ser perseguido y acechado por un individuo extraño e incomprensible: Yakov Petrovich Goliadkin II. Este sujeto es para el protagonista un enemigo gratuito que busca perderlo usurpando su lugar y adulando a sus superiores. Goliadkin I se siente víctima de intrigas y maledicencias y le imputa todos sus infortunios a las bajas acciones de un hombre idéntico a él.
Vista en su época como una historia que recoge las intrincadas relaciones entre los empleados de un Estado, esta historia se centra en realidad en la psicología de un personaje que tiene grandes dificultades para conciliar sus deseos y necesidades con el mundo en el que se desenvuelve.
En “El doble” se describe y analiza lo que sucede en la mente de una persona cuyo derrumbe progresivo da origen a un fenómeno que se ha tratado con frecuencia en la literatura: el desdoblamiento de la personalidad.

viernes, 10 de agosto de 2018

Ramata

“En el transcurso de su larga narración, tuve tiempo de experimentar, de manera consecutiva y simultánea, las más diversas emociones. Lloré, me regocijé, sonreí, me estremecí, exclamé ndeyssane para expresar piedad, me excité, me enternecí, pensé en Dios y en su profeta Mamadou, que la paz esté con él, permanecí circunspecto, aplaudí a rabiar, me planteé interrogantes, temblé, sentí náuseas, reí a carcajadas, se me encogió el corazón, ovacioné, me alegré, me entristecí, me exasperé, pensé en el más allá, en el Infierno, en el Paraíso y en el Juicio Final, grité de indignación, dudé, me invadió el desasosiego, me llené de asombro, se me erizó el vello, me sentí humillado...”
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En “Ramata” Abasse Ndione revela, entretejidas en una historia de muerte y deseo, la idiosincrasia y las particularidades de Senegal, un país poco conocido en estas latitudes que intenta desembarazarse de las cadenas que lo atan al pasado.
La aparición del cadáver de una anciana da inicio a una historia que nada tiene que ver con el género policíaco o con la novela negra.
Gobi, personaje habitual de un bar, cuenta la historia de quien fuera en vida Ramata Kaba (la esposa de Matar Samb, un eminente personaje del Estado senegalés). El relato da comienzo con la descripción de un delito terrible cometido por Ramata, ocultado por la policía y disimulado por un experto en maniobras fraudulentas. Gracias al dinero de su esposo, se obtienen pruebas y declaraciones falsas para desviar cualquier investigación. Pero las cosas no permanecen ocultas para siempre, veinte años después la casualidad pone a Ramata frente a Ngor Ndong, el hijo póstumo de su víctima, alterando un mundo que ella creía inamovible y evidenciando que el deseo sobrepasa los prejuicios y avasalla las prohibiciones y costumbres que marcan la vida de cualquier persona.
Esta novela, publicada en el año 2000, que mantiene el suspenso durante todo el relato lleva al lector latinoamericano a reflexionar, entre otras cosas, sobre las características que salvando algunas diferencias, identifican a ese país con las naciones de este subcontinente: la manera en cómo creencias ancestrales manipulan la percepción de la realidad; la forma como subyuga a los seres humanos el círculo vicioso de la pobreza y la corrupción o cómo el maltrato a las mujeres es una realidad cotidiana que adopta modos de manifestarse muy explícitos o muy sutiles cuyos orígenes se pierden en el tiempo.

viernes, 3 de agosto de 2018

El sentido de un final

“Vivimos con suposiciones muy fáciles… (…) Por ejemplo, que la memoria es igual a sucesos más tiempo. Pero es algo mucho más extraño. ¿Quién dijo que la memoria es lo que creíamos que habíamos olvidado? Y debería ser obvio que el tiempo no actúa como un fijador, sino más bien como un disolvente.”
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En el año 2011 Julian Barnes publica El sentido de un final donde analiza los cambios que pueden ocurrir en la perspectiva y las certidumbres de una persona cuando un hecho inesperado irrumpe en una existencia que se creía a salvo ya de conmociones.
Tony Webster, un sexagenario jubilado, recibe con sorpresa el anuncio de que es heredero de una mujer a quien sólo vio una vez cuarenta años atrás. Se trata de la madre de Veronica Ford, una novia que marcó una etapa crucial en su vida. Ese hecho le despierta viejos recuerdos; vuelve a pensar en sus tres amigos de adolescencia y juventud y por supuesto en la mujer con la que salió hace cuatro décadas, pues deberá acercarse a ella para recuperar parte de ese legado consistente en el diario de uno de esos amigos. Una tarea que no parece fácil debido a los hechos que se sucedieron entre ellos.
Después de un frustrante intercambio de E-mails y de unas cuantas entrevistas Tony reconsiderará algunos aspectos de su vida pasada y cuestionará muchas de sus convicciones.
¿Acaso la imagen que se ha construido laboriosamente durante años y que le ha permitido vivir con una relativa estabilidad emocional corresponde a la realidad o es el producto de una serie de pequeños equívocos que se constituyen en una especie de memoria funcional que abarca toda su vida adulta?
En esta novela, más que relatar los hechos se examina cómo la historia que armamos con ellos refuerza esa imagen benévola, a veces, que utilizamos como coartada para justificarnos.

viernes, 27 de julio de 2018

El coloquio de los perros


“…no tiene la murmuración mejor velo para paliar y encubrir su maldad disoluta que darse a entender el murmurador que todo cuanto dice son sentencias de filósofos, y que el decir mal es reprehensión y el descubrir los defetos ajenos buen celo. Y no hay vida de ningún murmurante que, si la consideras y escudriñas, no la halles llena de vicios y de insolencias”.
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En 1613 sale a la luz Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra, obra que incluye El coloquio de los perros; una transcripción de un supuesto diálogo escuchado por un hombre convaleciente de una larga enfermedad (el alférez Campuzano).
En la puerta de un hospital de Valladolid dos perros sorprendidos de poder hablar, reflexionar y analizar deciden aprovechar esta capacidad para contarse sus andanzas. Empieza Berganza (un mastín conocido también como Gavilán, Barcino, “Perro sabio”, Montiel) a relatar sus aventuras con los diferentes amos que tuvo, entretejiendo en su relación juicios tan atrevidos que Cipión, el otro perro, lo previene contra la murmuración. Sin embargo Berganza no se abstiene de expresar sus sabias opiniones sobre diferentes tópicos, especialmente sobre las personas con las que convivió y padeció.
Entre todas sus historias quizá la más entretenida es la de la bruja Cañizares que lo confunde con el hijo de su amiga La Montiel, otra hechicera, dándole razones para explicar el hecho de poder hablar y asegurándole que recobrará su verdadera naturaleza. Sin embargo el escéptico Cipión no se deja convencer y reconviene a Berganza para que no se exceda en su confianza como lo hace en sus juicios.
Dos son los puntos de mayor interés en esta obra: uno es por supuesto la historia que gira en torno a la relación que establece Cervantes entre realidad, ficción y veracidad. El otro aspecto es sin duda el lenguaje salpicado de dichos y refranes que todavía hacen parte del habla cotidiana de muchos hispanohablantes.
Esta cortísima novela, que puede situarse en el género de la picaresca, permite una mirada bastante certera a la sociedad de los comienzos del siglo XVII tan parecida a la actual donde la hipocresía y el engaño campean y las leyes se violan constantemente haciendo de los victimarios víctimas y de los ingenuos pasto de los avivatos.

lunes, 16 de julio de 2018

Los piratas en Cartagena

“…la luna, muy nueva todavía, arrojó una amortiguada y melancólica luz sobre la mar, que aullaba con ronquísima voz entre las rocas de la ribera, sobre los dormidos arenales y los tembladores juncos; plateó levemente las copas de los manglares, se deslizó con suavidad por las orillas de los muros de las fortalezas, iluminó tenuemente la cúspide de las olas, y en seguida fue a morir hundiéndose en el horizonte.”
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Entre 1544 y 1741 Cartagena de indias, una de las joyas de la Corona española en América, sufrió los mayores embates de filibusteros, piratas y ejércitos organizados con el único fin de capturarla o destruirla. En su vida colonial se mezclaron los ataques, los asedios, las traiciones y las negligencias con romances e historias de personajes que el tiempo se ha encargado de envolver en el mito.
Soledad Acosta de Samper publicó en 1886 “Los piratas en Cartagena” basándose en sus concienzudas investigaciones mezcladas hábilmente con la ficción. Una obra que revive la azarosa historia de una de las ciudades más emblemáticas de Colombia y de América no sólo por los lugares que aún se conservan -plazas, castillos, iglesias y casas particulares que contemplaron el paso de tantos personajes históricos: piratas admirados y respaldados por sus países de origen, religiosos, virreyes y militares de carrera- sino por la tradición que la consagra como Heroica por cuenta de las vicisitudes que afrontó.
Pero este libro no sólo es significativo por la ciudad en torno a la cual se entretejen las historias que se narran, lo es también por ser la obra de una prolífica autora nacida en Colombia que escribió cuentos, novelas, reportajes y estudios sociológicos además de fundar y dirigir periódicos y hacer traducciones de importancia.
Esta es una de esas lecturas obligadas por el tema, por la época en la que fue escrita y evidentemente por la importancia que para la literatura tiene su autora.

viernes, 6 de julio de 2018

Nuestro corazón

¿Amamos porque nos encontramos un día con un ser que en verdad nos parece creado para nosotros o amamos, sin más, porque hemos nacido con la facultad de amar?”
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En 1890, cuando fue publicada en Francia “Nuestro corazón” de Guy de Maupassant, una mujer moderna como Michèle de Burne era aquella cuya actitud hacia el amor distaba mucho de la que adoptaban aquellas que languidecían y padecían a causa de sus emociones.
Michèle es una joven viuda que ha pasado por una dura experiencia matrimonial y debido a ello ha decidido prescindir de la aprobación masculina (su independencia económica le facilita la independencia emocional). Dando la apariencia de ser fría y calculadora analiza el grado de satisfacción que le pueden dar los hombres que frecuentan su compañía.
Casi todos los asiduos a su salón, donde recibe a artistas y a las celebridades del momento, pasan por un periodo de enamoramiento que los convierte en fieles seguidores cuando éste se aplaca. Pero no sucede lo mismo con André Mariolle cuya sensibilidad y forma de expresarse lo diferencian tanto de los otros que llega a despertar en ella sensaciones y sentimientos de los que creía estar a salvo.
La capacidad de Guy de Maupassant para presentar unos personajes completamente creíbles es quizá uno de sus más grandes logros en esta novela. Aquí no hay caracteres irreales. La única falta de la que se le podría acusar es de estar demasiado ligado a su época, pero en realidad este es quizá uno de sus mayores aciertos: presentarnos unos personajes por medio de los cuales sabemos cómo asumían sus relaciones algunos hombres y mujeres a finales del siglo XIX.

domingo, 1 de julio de 2018

Casa de campo

“…debían engañarse a sí mismos hasta creerse voceros de una ética inmaculada para justificar la violencia, en vez de mirarla cara a cara y verla como era, la consecuencia del odio, del rencor, del miedo, de la rapiña, de la innata brutalidad. No, ellos no se atrevían a asumir su odio. Ni su codicia, ni su prepotencia, ni su cobardía. Para subsistir necesitaban conservar una imagen estilizada de sí mismos, estática, ideal…
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Desde el principio de Casa de campo, novela publicada en 1978, José Donoso anuncia su carácter ficticio interpelando al lector directamente para declarar su intención de contar una historia nacida de la imaginación.
Una familia numerosa que incluye a más de treinta hijos entre los cinco y los diecisiete años llega a su casa de campo, como todos los veranos, seguida por una descomunal corte de sirvientes. Allí pasarán tres meses. Aunque en esta ocasión una nueva actividad alterará la organización familiar; cambiará su realidad variando todos los rituales.
Los adultos de la familia Ventura se van de paseo y dejan a sus hijos a cargo de Juvenal, el mayor de ellos. Pero la salida se prolongará tanto que todas las estructuras de orden, poder y conocimiento se derrumban.
Asediados por temores ancestrales tanto los niños que permanecen en la casa a la espera del regreso de los adultos, como estos, cuyo tiempo no transcurre, son presa de las limitaciones que han marcado sus vidas desde siempre. Los mitos que rodean la casa, que es un universo en sí misma, y las pasiones que mueven a los que se fueron y a los que se quedaron, se combinan con la voluntad de quienes soterradamente socavan el statu quo que es tan rígido y antiguo como el ideario que da cohesión a la familia. La casa y la llanura inconmensurable que la rodea son tan protagonistas como los Ventura o sus sirvientes o las figuras que se mueven en los cuadros, en los murales, en los subterráneos.
Que los personajes de esta obra son el producto de la imaginación del autor se hace evidente, sobre todo, en el comportamiento de los niños cuyas ideas, deseos y actitudes en la mayoría de los casos son tan complejas como las de los adultos.
Son muchos los lugares y momentos que se entrecruzan en esta obra donde las metáforas parecen adquirir la consistencia de la realidad por medio de una trama que, compuesta de verdades y leyendas, está inmersa en un tiempo que transcurre a ritmos distintos y en un espacio que se deshace y reconstruye sin cesar.

lunes, 25 de junio de 2018

Última salida para Brooklyn

“Su cuerpo se estremeció leve, involuntariamente. Nada desgarraba, ni siquiera ligeramente, la oscuridad; tenía los ojos cerrados y su cabeza estaba encerrada en un mundo de tinieblas del que no veía ni sentía los límites. Harry mismo era inexistente. No había más que oscuridad.”
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Los aspectos más sombríos de la naturaleza humana constituyen la trama de Última salida para Brooklyn, una novela de Hubert Selby Jr. En ella, personajes acorralados por la insatisfacción y las carencias llenan su vida con drogas, sexo compulsivo, vandalismo o ataques indiscriminados a la gente común.
En esta obra sujetos tan patéticos y conmovedores como Georgette y su círculo de “amigas” o tan abiertamente agresivos y peligrosos como Tralala intentan dar significado a una existencia que no les ofrece salidas. En las estampas finales del libro la violencia cotidiana, que se escuda detrás de la ignorancia y la pobreza, es quizá más terrible que la que ejercen los gamberros como Vinnie o los sindicalistas corruptos como Harry que oculta su frustración tras una masculinidad exacerbada.
Utilizando un lenguaje duro y explícito el autor recrea un aspecto de la sociedad estadounidense que en 1964 no era tan conocido: la cara oscura del “baby boom”; Selby Jr. aprovecha todos los medios que ofrece el lenguaje para elaborar sabiamente una estructura narrativa que revive en cada página la violencia que afecta directamente a los personajes de la novela.
Su lectura desvirtúa esa imagen que los Estados Unidos quisieron vender al mundo mediante una profusión de sitcoms que llegaron a todos los rincones de la tierra: la de una sociedad bien avenida (especialmente de clase media) que resolvía con facilidad los conflictos entre las personas y donde las acciones dignas de castigo no tenían consecuencias profundas.
Una novela que fue llevada a los tribunales en Inglaterra, acusada de obscenidad, y que tuvo entre los testigos de la defensa nada más y nada menos que a Anthony Burgess merece ser tenida en cuenta, no sólo como una de esas obras que cuestionan la imagen de una sociedad específica sino también como un documento que contribuye al análisis, desde diversos puntos de vista, de la capacidad que tiene la humanidad para hacerse daño a sí misma.

viernes, 15 de junio de 2018

Dora Bruder


“Se les habían puesto estrellas amarillas a niños de nombre polaco, ruso, rumano, pero tan parisinos que se confundían con las fachadas de las casas, las aceras, los infinitos matices del gris que existen en París. Al igual que Dora Bruder, hablaban todos ellos con acento de París, empleando palabras de aquel argot cuya ternura entristecida había percibido Jean Genet.”
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Hace 77 años otra de las tantas chicas judías que vivían en Francia es atrapada por la maquinaria letal que armaron los alemanes en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Las calles y edificios del París de 1941, 1965 ó 1996 (algunos tan viejos que fueron testigos de los acontecimientos en torno a la Revolución Francesa) son el escenario de Dora Bruder, la obra de Patrick Modiano que intenta reconstruir la vida, o al menos una parte, de una joven de diecisiete años, cuya desaparición se denunció en 1941.
Parece extraña una denuncia como esa en el París de entonces, si se tiene en cuenta que esa era la constante en una ciudad ocupada que sufría la imposición de leyes cuyo incumplimiento causaba la detención inmediata y donde las autoridades francesas, dominadas por el aparato policial y burocrático alemán, eran sólo un instrumento.
Modiano sigue el rastro de Dora, recorriendo calles, visitando edificios o desenterrando documentos que le permitan revivir en parte la vida de la hija de unos inmigrantes judíos. Con un lenguaje parecido al de los informes oficiales o al de las ordenanzas pinta un cuadro dramático de la realidad de una juventud que quizá no tenía muchas esperanzas antes de la guerra pero que al menos tenía libertad.
Poetas y escritores, como Genet, aparecen también en las reminiscencias personales de Modiano inspiradas por la vida en una ciudad que en 1996 todavía presentaba las huellas que le dejaron la guerra o las convulsiones sociales, aunque muchas de esas cicatrices estuvieran disimuladas por las nuevas construcciones que desdibujan la memoria de la gente.