viernes, 3 de agosto de 2018

El sentido de un final

“Vivimos con suposiciones muy fáciles… (…) Por ejemplo, que la memoria es igual a sucesos más tiempo. Pero es algo mucho más extraño. ¿Quién dijo que la memoria es lo que creíamos que habíamos olvidado? Y debería ser obvio que el tiempo no actúa como un fijador, sino más bien como un disolvente.”
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En el año 2011 Julian Barnes publica El sentido de un final donde analiza los cambios que pueden ocurrir en la perspectiva y las certidumbres de una persona cuando un hecho inesperado irrumpe en una existencia que se creía a salvo ya de conmociones.
Tony Webster, un sexagenario jubilado, recibe con sorpresa el anuncio de que es heredero de una mujer a quien sólo vio una vez cuarenta años atrás. Se trata de la madre de Veronica Ford, una novia que marcó una etapa crucial en su vida. Ese hecho le despierta viejos recuerdos; vuelve a pensar en sus tres amigos de adolescencia y juventud y por supuesto en la mujer con la que salió hace cuatro décadas, pues deberá acercarse a ella para recuperar parte de ese legado consistente en el diario de uno de esos amigos. Una tarea que no parece fácil debido a los hechos que se sucedieron entre ellos.
Después de un frustrante intercambio de E-mails y de unas cuantas entrevistas Tony reconsiderará algunos aspectos de su vida pasada y cuestionará muchas de sus convicciones.
¿Acaso la imagen que se ha construido laboriosamente durante años y que le ha permitido vivir con una relativa estabilidad emocional corresponde a la realidad o es el producto de una serie de pequeños equívocos que se constituyen en una especie de memoria funcional que abarca toda su vida adulta?
En esta novela, más que relatar los hechos se examina cómo la historia que armamos con ellos refuerza esa imagen benévola, a veces, que utilizamos como coartada para justificarnos.

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