“¿Amamos porque nos encontramos un día con un ser que en verdad nos parece creado para
nosotros o amamos, sin más, porque hemos nacido con la facultad de amar?”
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En 1890, cuando fue publicada en
Francia “Nuestro corazón” de Guy de Maupassant, una mujer moderna como Michèle
de Burne era aquella cuya actitud hacia el amor distaba mucho de la que
adoptaban aquellas que languidecían y padecían a causa de sus emociones.
Michèle es una joven viuda que ha pasado por una dura
experiencia matrimonial y debido a ello ha decidido prescindir de la aprobación
masculina (su independencia económica le facilita la independencia
emocional). Dando la apariencia
de ser fría y calculadora analiza el grado de satisfacción que le pueden dar los
hombres que frecuentan su compañía.
Casi todos los asiduos a su salón, donde recibe a artistas y a
las celebridades del momento, pasan por un periodo de enamoramiento que los
convierte en fieles seguidores cuando éste se aplaca. Pero no sucede lo mismo con
André Mariolle cuya sensibilidad y forma de expresarse lo diferencian tanto de
los otros que llega a despertar en ella sensaciones y sentimientos de los que
creía estar a salvo.
La capacidad de Guy de Maupassant para presentar unos
personajes completamente creíbles es quizá uno de sus más grandes logros en
esta novela. Aquí no hay caracteres irreales. La única falta de la que se le
podría acusar es de estar demasiado ligado a su época, pero en realidad este es
quizá uno de sus mayores aciertos: presentarnos unos personajes por medio de
los cuales sabemos cómo asumían sus relaciones algunos hombres y mujeres a
finales del siglo XIX.
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