viernes, 27 de julio de 2018

El coloquio de los perros


“…no tiene la murmuración mejor velo para paliar y encubrir su maldad disoluta que darse a entender el murmurador que todo cuanto dice son sentencias de filósofos, y que el decir mal es reprehensión y el descubrir los defetos ajenos buen celo. Y no hay vida de ningún murmurante que, si la consideras y escudriñas, no la halles llena de vicios y de insolencias”.
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En 1613 sale a la luz Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra, obra que incluye El coloquio de los perros; una transcripción de un supuesto diálogo escuchado por un hombre convaleciente de una larga enfermedad (el alférez Campuzano).
En la puerta de un hospital de Valladolid dos perros sorprendidos de poder hablar, reflexionar y analizar deciden aprovechar esta capacidad para contarse sus andanzas. Empieza Berganza (un mastín conocido también como Gavilán, Barcino, “Perro sabio”, Montiel) a relatar sus aventuras con los diferentes amos que tuvo, entretejiendo en su relación juicios tan atrevidos que Cipión, el otro perro, lo previene contra la murmuración. Sin embargo Berganza no se abstiene de expresar sus sabias opiniones sobre diferentes tópicos, especialmente sobre las personas con las que convivió y padeció.
Entre todas sus historias quizá la más entretenida es la de la bruja Cañizares que lo confunde con el hijo de su amiga La Montiel, otra hechicera, dándole razones para explicar el hecho de poder hablar y asegurándole que recobrará su verdadera naturaleza. Sin embargo el escéptico Cipión no se deja convencer y reconviene a Berganza para que no se exceda en su confianza como lo hace en sus juicios.
Dos son los puntos de mayor interés en esta obra: uno es por supuesto la historia que gira en torno a la relación que establece Cervantes entre realidad, ficción y veracidad. El otro aspecto es sin duda el lenguaje salpicado de dichos y refranes que todavía hacen parte del habla cotidiana de muchos hispanohablantes.
Esta cortísima novela, que puede situarse en el género de la picaresca, permite una mirada bastante certera a la sociedad de los comienzos del siglo XVII tan parecida a la actual donde la hipocresía y el engaño campean y las leyes se violan constantemente haciendo de los victimarios víctimas y de los ingenuos pasto de los avivatos.

lunes, 16 de julio de 2018

Los piratas en Cartagena

“…la luna, muy nueva todavía, arrojó una amortiguada y melancólica luz sobre la mar, que aullaba con ronquísima voz entre las rocas de la ribera, sobre los dormidos arenales y los tembladores juncos; plateó levemente las copas de los manglares, se deslizó con suavidad por las orillas de los muros de las fortalezas, iluminó tenuemente la cúspide de las olas, y en seguida fue a morir hundiéndose en el horizonte.”
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Entre 1544 y 1741 Cartagena de indias, una de las joyas de la Corona española en América, sufrió los mayores embates de filibusteros, piratas y ejércitos organizados con el único fin de capturarla o destruirla. En su vida colonial se mezclaron los ataques, los asedios, las traiciones y las negligencias con romances e historias de personajes que el tiempo se ha encargado de envolver en el mito.
Soledad Acosta de Samper publicó en 1886 “Los piratas en Cartagena” basándose en sus concienzudas investigaciones mezcladas hábilmente con la ficción. Una obra que revive la azarosa historia de una de las ciudades más emblemáticas de Colombia y de América no sólo por los lugares que aún se conservan -plazas, castillos, iglesias y casas particulares que contemplaron el paso de tantos personajes históricos: piratas admirados y respaldados por sus países de origen, religiosos, virreyes y militares de carrera- sino por la tradición que la consagra como Heroica por cuenta de las vicisitudes que afrontó.
Pero este libro no sólo es significativo por la ciudad en torno a la cual se entretejen las historias que se narran, lo es también por ser la obra de una prolífica autora nacida en Colombia que escribió cuentos, novelas, reportajes y estudios sociológicos además de fundar y dirigir periódicos y hacer traducciones de importancia.
Esta es una de esas lecturas obligadas por el tema, por la época en la que fue escrita y evidentemente por la importancia que para la literatura tiene su autora.

viernes, 6 de julio de 2018

Nuestro corazón

¿Amamos porque nos encontramos un día con un ser que en verdad nos parece creado para nosotros o amamos, sin más, porque hemos nacido con la facultad de amar?”
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En 1890, cuando fue publicada en Francia “Nuestro corazón” de Guy de Maupassant, una mujer moderna como Michèle de Burne era aquella cuya actitud hacia el amor distaba mucho de la que adoptaban aquellas que languidecían y padecían a causa de sus emociones.
Michèle es una joven viuda que ha pasado por una dura experiencia matrimonial y debido a ello ha decidido prescindir de la aprobación masculina (su independencia económica le facilita la independencia emocional). Dando la apariencia de ser fría y calculadora analiza el grado de satisfacción que le pueden dar los hombres que frecuentan su compañía.
Casi todos los asiduos a su salón, donde recibe a artistas y a las celebridades del momento, pasan por un periodo de enamoramiento que los convierte en fieles seguidores cuando éste se aplaca. Pero no sucede lo mismo con André Mariolle cuya sensibilidad y forma de expresarse lo diferencian tanto de los otros que llega a despertar en ella sensaciones y sentimientos de los que creía estar a salvo.
La capacidad de Guy de Maupassant para presentar unos personajes completamente creíbles es quizá uno de sus más grandes logros en esta novela. Aquí no hay caracteres irreales. La única falta de la que se le podría acusar es de estar demasiado ligado a su época, pero en realidad este es quizá uno de sus mayores aciertos: presentarnos unos personajes por medio de los cuales sabemos cómo asumían sus relaciones algunos hombres y mujeres a finales del siglo XIX.

domingo, 1 de julio de 2018

Casa de campo

“…debían engañarse a sí mismos hasta creerse voceros de una ética inmaculada para justificar la violencia, en vez de mirarla cara a cara y verla como era, la consecuencia del odio, del rencor, del miedo, de la rapiña, de la innata brutalidad. No, ellos no se atrevían a asumir su odio. Ni su codicia, ni su prepotencia, ni su cobardía. Para subsistir necesitaban conservar una imagen estilizada de sí mismos, estática, ideal…
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Desde el principio de Casa de campo, novela publicada en 1978, José Donoso anuncia su carácter ficticio interpelando al lector directamente para declarar su intención de contar una historia nacida de la imaginación.
Una familia numerosa que incluye a más de treinta hijos entre los cinco y los diecisiete años llega a su casa de campo, como todos los veranos, seguida por una descomunal corte de sirvientes. Allí pasarán tres meses. Aunque en esta ocasión una nueva actividad alterará la organización familiar; cambiará su realidad variando todos los rituales.
Los adultos de la familia Ventura se van de paseo y dejan a sus hijos a cargo de Juvenal, el mayor de ellos. Pero la salida se prolongará tanto que todas las estructuras de orden, poder y conocimiento se derrumban.
Asediados por temores ancestrales tanto los niños que permanecen en la casa a la espera del regreso de los adultos, como estos, cuyo tiempo no transcurre, son presa de las limitaciones que han marcado sus vidas desde siempre. Los mitos que rodean la casa, que es un universo en sí misma, y las pasiones que mueven a los que se fueron y a los que se quedaron, se combinan con la voluntad de quienes soterradamente socavan el statu quo que es tan rígido y antiguo como el ideario que da cohesión a la familia. La casa y la llanura inconmensurable que la rodea son tan protagonistas como los Ventura o sus sirvientes o las figuras que se mueven en los cuadros, en los murales, en los subterráneos.
Que los personajes de esta obra son el producto de la imaginación del autor se hace evidente, sobre todo, en el comportamiento de los niños cuyas ideas, deseos y actitudes en la mayoría de los casos son tan complejas como las de los adultos.
Son muchos los lugares y momentos que se entrecruzan en esta obra donde las metáforas parecen adquirir la consistencia de la realidad por medio de una trama que, compuesta de verdades y leyendas, está inmersa en un tiempo que transcurre a ritmos distintos y en un espacio que se deshace y reconstruye sin cesar.