"…siempre es posible convencer a personas por lo demás completamente sensatas para que crean, con auténtica pasión, en algo en lo que de hecho quieren creer."
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Operation Mincemeat o El hombre que nunca existió es una historia de espionaje, pero no
es una novela de espías. Los hechos narrados ocurrieron realmente y son desgranados
con objetividad por Ben Macintyre en su libro publicado en 2010, donde se
destacan dos fechas: el 30 de abril de 1943 y el 10 de julio del mismo año que
corresponden al inicio y al desenlace de uno de los engaños mejor consumados en
la historia de las guerras: La “Operación Mincemeat”.
Esta operación (en cuyo diseño inicial
participó Ian Fleming, el creador de James Bond) se desarrolló con el único
objeto de engañar al enemigo con respecto a una pregunta cuya respuesta podría
definir el comienzo del fin de la guerra: ¿dónde sería la invasión a Europa por
parte de los aliados?
El hecho de que la maquinaria nazi hubiera
cubierto Europa con una apretada red de informantes se vio al principio como
una dificultad para llevar a cabo la campaña, pero luego desde Londres se tuvo
la idea de convertir este obstáculo en una ventaja. Con el fin de lograrlo era imprescindible
suministrar información falsa a los alemanes, para que tuvieran la certeza de
que la invasión se llevaría a cabo en Grecia.
Teniendo en cuenta la fuerte presencia nazi en la
península ibérica, centro de intrigas y presiones de todo tipo y estando España
en particular inclinada hacia los alemanes se escogió un lugar de su costa como
escenario de esta impostura que, a diferencia de cualquier otro ardid militar ejecutado
en la historia, tenía como protagonista a un hombre muerto. Efectivamente, en
torno a un cadáver los creadores de “Mincemeat” elaboraron un hombre ficticio: el
mayor William Martin. A la manera de los escritores, se encargaron de crearle
una vida: historia personal, compromisos sociales, amores y un status sostenido
en múltiples detalles, para que en el caso improbable de que el enemigo
intentara corroborar algún dato de la vida del mayor encontrara una respuesta convincente.
Además del protagonista fantasma de esta
historia el otro, que poco se menciona, fue Glyndwr Michael el hombre que murió
solo en un hospital y cuyo cuerpo fue utilizado por los capitanes Ewen Montagu
y Charles Cholmondeley, miembros en ese momento de la sección de
contraespionaje, engaño y
desinformación del MI5 para representar a un hombre muerto
en un accidente de avión sobre el Mediterráneo.
Para pergeñar la artimaña perfecta, incluyeron
entre sus ropas y en el maletín que llevaba una supuesta carta amorosa y otros
documentos personales junto con dos cartas enviadas por dos generales a unos
amigos militares donde se hacía referencia al supuesto lugar de la invasión: Grecia.
Si el cuerpo, transportado en submarino desde
Inglaterra, llegaba sin novedad a la costa comenzaría la otra parte de la
operación en unas circunstancias y en un lugar donde sus creadores no podrían
intervenir; solo quedaría esperar a que las fichas del juego montado en Londres
fueran movidas como ellos pretendían. Alemanes, traidores y funcionarios deberían
desplazarse por la intrincada burocracia española actuando como ellos habían
supuesto que lo harían para enviar a Berlín el informe que garantizaría el
éxito de la invasión.
Los proyectos humanos donde intervienen tantas
personas de índoles tan diferentes y de actividades tan dispares tienen una
alta probabilidad de fracasar o de no lograr completamente su objetivo. No es el
caso de la “Operación Mincemeat” pues el 10 de julio de 1943 los aliados
invadieron Sicilia y el resto es historia.
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