“...lo que uno recuerda se parece sólo
parcialmente a la realidad.”
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El escritor
guatemalteco Rodrigo Rey Rosa publicó en 2015 “Tres novelas exóticas” cuyo tema
se ha tratado con frecuencia en la literatura de todas las épocas: el de los
lugares catalogados de insólitos por su geografía o por las costumbres de la
gente que los habita. En estos tres relatos lo exótico remite principalmente al
comportamiento de la gente con la que se relacionan sus narradores.
En la selva del
Petén, en Guatemala, un hombre que ha construido su casa en un lugar donde espera
estar en comunicación directa con la naturaleza se enfrenta de manera
accidental con unos cazadores furtivos (que se ven a sí mismos como seres tan
naturales y necesarios como los propios animales) involucrándose además en el tráfico de tesoros
arqueológicos. Al norte de Marruecos, en Tánger, una ciudad con un perfil
medieval, unas supersticiones aparentemente triviales nos dan a conocer un
lugar donde un hombre puede perder el rumbo con facilidad. En Chennai, más
que el retrato de la intensa diversidad de una ciudad india la atención del
lector se fija en una trama que combina la historia de la teosofía con las
supuestas aventuras del narrador.
Quizá sea exagerado aplicar el término novela a estas cortas historias que no dejan de ser interesantes, por los caracteres que aparecen en ellas, pero que no llegan a desarrolla con amplitud ni las tramas ni los personajes; tan exagerado como llamar exótico un lugar por sus características geográficas, étnicas o culturales en una época en donde esas particularidades están determinadas por el turismo programado y han sido convertidas en otra mercancía.
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