“Como por un singular precepto,
dondequiera que fuese, aquel hombre andaba en una soledad incondicional y perfecta.”
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Hervé Joncour el protagonista de Seda, la
novela de Alessandro Baricco publicada en 1996, tiene un trabajo poco habitual,
debe recorrer cientos de kilómetros para comprar huevos de gusano en Siria y
Egipto. Pero las circunstancias lo harán viajar más lejos, hasta el Japón, el
país más exótico de todos en 1862.
En
los confines del mundo encontrará, después de recorrer ocho mil kilómetros, una
mirada, que es tan elocuente, que no necesita palabras para expresar todo lo
que siente una mujer con rostro de niña y ojos occidentales.
Este
hombre, para quien la vida no presenta tropiezos, se ve ante a un misterio que lo
perturba pero que no cambia su mundo.
Las vicisitudes del comercio de la seda
quedan en un segundo plano ante un sentimiento que no se expresa en palabras
sino mediante símbolos y con las metáforas que están en el fondo y en la
superficie de una novela tan concisa como un poema o un cuento.
En esta novela no sobra nada. En escasas
setenta páginas y con casi diez personajes el autor es capaz de hacernos
recorrer el mundo de oeste a este y viceversa y de enseñarnos la forma que
puede adoptar una pasión tan reposada como intensa.
De los personajes que aparecen en esta
historia sólo
dos (la esposa de Hervé y la japonesa que vive en una fiesta continua) se
mueven en un mundo tan real y tangible que no logran influir en la vida del protagonista.
Únicamente la mujer que aparece por primera vez ante sus ojos ataviada con un
vestido rojo como una llama le enseña a descubrir
lo que es la maravilla.