“Cuando algo se enquista en el
recuerdo o en la imaginación, la ley del silencio no funciona, es como cerrar
con llave la puerta de una casa que está ardiendo con la esperanza de olvidar
que está ardiendo. Pero no hacer frente al fuego no sirve para apagarlo. El
silencio sobre una cosa sólo sirve para magnificarla. Crece y se encona con el
silencio, se convierte en algo maligno…”
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Tennessee
Williams ganó su segundo premio Pulitzer con la obra teatral “Una gata sobre un
tejado de zinc caliente” en 1955, el mismo año de su estreno en Nueva York bajo la dirección de Elia Kazan.
La obra, que se desarrolla en tres actos tiene lugar al final de la tarde en
una extensa plantación del delta del Mississippi en medio de una crisis
familiar desatada en una fiesta de cumpleaños.
En una sola habitación
seis personajes exponen sus temores y deseos más íntimos. Maggie, por ejemplo, se
esfuerza por entender las razones para la afición a la bebida de Brick, su
esposo, mientras que los demás miembros de la familia se empeñan en resolver o
aprovecharse de un problema peor: la grave enfermedad del paterfamilias que
desconoce su estado.
La indolencia
de Brick con respecto a todo lo que pasa a su alrededor impulsa a Maggie a
actuar decididamente para defender su posición, en la estructura familiar, que se
ve amenazada. Su fuerte carácter se impone a Brick y a sus cuñados que
pretenden dejarla de lado.
Pero no sólo
se ventilan los problemas de Brick y Maggie, durante el tiempo que dura la
representación saldrán a la luz los conflictos que los hostigan a todos en ese
momento: miedos, deseos ocultos, codicia, rivalidades explícitas o estrategias soterradas
son expuestos con crudeza en este drama que desnuda las tramas e intrigas que
se desarrollan al interior de una familia que es como cualquier otra.
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