"Les dijeron que escribieran con sus manos
temblorosas:
Mi marido ya no está en ninguna parte.
Mi mujer ya no está en ninguna parte.
Mi hijo —mi hija— ya no está en ninguna parte.
Así se entregaba la muerte a las familias. En
un trozo de papel que les hacían firmar y una bolsa repleta de añicos de vida.”
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Cerca de cinco mil hombres y mujeres fueron
ejecutados durante las purgas que, con el fin de consolidar un Estado teocrático
en la República Islámica de Irán, se llevaron a cabo en ese país a principios
de los años ochenta. Las consecuencias se extienden hasta hoy. Los hijos de
esas víctimas, así como los sobrevivientes, llevan las huellas de un fenómeno que
se repetirá mientras haya Estados que no permitan cuestionamientos ni contradictores.
La historia de una de las tantas familias
afectadas por esas purgas es la que cuenta Sahar Delijani, (quien nació en una cárcel
como tantos otros niños), en A la sombra del árbol violeta (Children of the
Jacaranda Tree) publicada en 2013.
Esta novela con visos de autobiografía, tiene
su epicentro en la casa de maman Zinat y Agajaan cuyo patio lo sombrea un
jacarandá (gualanday), una imagen que acompaña a cada uno de los protagonistas
como símbolo de la tranquilidad perdida. Allí el lector entra en relación, entre
otros, con personajes como Omid,
Forugh o Sheida, hijos de perseguidos, encarcelados o asesinados. Víctimas indirectas de una violencia
sistemática que se ejerció contra cualquier tipo de disidencia con el fin de
mantener los postulados de un régimen que,
aunque sigue dominando, no ha podido romper los lazos familiares que les han
permitido a estas personas llevar vidas casi normales; aunque las cicatrices no
desaparecerán nunca de sus vidas ni de la Historia.
Quedan muchas incógnitas después de leer esta novela donde no se analizan
los fundamentos reales de la violencia que se describe, sólo sus
manifestaciones.
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