“New York era
un espacio inagotable, un laberinto de interminables pasos, y por muy lejos que
fuera, por muy bien que llegase a conocer sus barrios y calles, siempre le
dejaba la sensación de estar perdido. Perdido no sólo en la ciudad, sino
también dentro de sí mismo. Cada vez que daba un paseo se sentía como si se
dejara a sí mismo atrás…”
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Paul Auster inicia “La trilogía de New York”
con la publicación en 1985 de “Ciudad de cristal” donde cuenta el extraño caso
de Daniel Quinn, un autor que bajo el seudónimo de William Wilson escribe
novelas detectivescas.
“Todo empezó por un número equivocado”; así
empieza la novela y así empieza Quinn a involucrarse en el mundo de Max Work, el
protagonista de sus obras, al aceptar un trabajo de detective privado,
afrontando una situación evidentemente dudosa al adoptar la identidad de otra
persona (un hombre llamado Paul Auster) para seguir los pasos de Mr. Stillman
quien está a punto de salir en libertad. Una tarea sencilla en apariencia que
lleva a Quinn a entrar en contacto con seres que llevan una vida insólita determinada
por el misterio y a reafirmarse en esa imagen que tiene de su ciudad como un
laberinto que cambia cada día y donde podría dejar de ser él mismo.
En esta novela, a una clásica historia del
género negro se superponen las ideas sobre la vida que va anotando Quinn en un
cuaderno y las indagaciones que hace sobre los personajes cuyas identidades
están curiosamente emparentadas con obras literarias como “William Wilson” de
Edgar Allan Poe, “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra o “A
través del espejo” de Lewis Carroll.
El autor se vale de los recursos de la novela negra
para hacer a la manera de Cervantes un juego literario donde para entender qué
le sucedió a Daniel Quinn tal vez haya que recurrir a las pistas que aparecen
en las reflexiones que sobre el mundo y la literatura hacen aquí los personajes-escritores.