“Yo,
personalmente, protestaría con todas mis fuerzas si sospechase que alguien
intentaba auparme a la clase media. Lucharía contra el individuo descarriado
que intentase auparme, desde luego. La lucha tomaría la forma de
manifestaciones de protesta con los carteles y pancartas tradicionales, que, en
este caso, dirían: «Muera la clase media», «Abajo la clase media». No me
importaría tampoco lanzar uno o dos cócteles molotov. Además, evitaría
meticulosamente sentarme junto a miembros de la clase media en restaurantes y
en transportes públicos, manteniendo incólumes la honradez y la grandeza
intrínsecas de mi ser.”
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Con la publicación póstuma de La
conjura de los necios en 1980 aparece uno de los personajes literarios más
polémicos del siglo XX: Ignatius J. Reilly, un hombre que cuestiona con dureza
la realidad que lo rodea y que está comprometido en una cruzada personal
(contra casi todo), respaldada en un pensamiento político y filosófico
inspirado en autores latinos y medievales que plasma sin un método específico en
los rimeros de cuadernos Gran Jefe desperdigados por su habitación o en la furibunda correspondencia que mantiene con
Myrna Minkoff, una anarquista de ideas opuestas a las suyas.
A consecuencia de un pequeño
accidente automovilístico Ignatius deberá abandonar el mundo seguro donde vive
con su madre y entrar a formar parte de un mercado laboral que critica. Pero este
giró de la fortuna, como lo llama él aplicando las teorías de Boecio su autor
de cabecera, es visto por el protagonista como la oportunidad de poner en
práctica sus ideas: organizar un partido político, promover reivindicaciones
sociales en una fábrica y hasta planear el “rescate” de una mujer de las garras
de la pornografía; proyectos que chocan de una u otra manera con los intereses
de los involucrados que siempre están en desacuerdo con los suyos o que en todo
caso no logran comprender el alcance de sus propuestas.
La ciudad de New Orleans de los
años 50 y en especial el barrio francés conforman el universo donde se
desarrollan las aparentemente absurdas andanzas de Ignatius y donde cada uno de
los demás personajes juega un papel fundamental en el gran panorama social que
pinta John Kennedy Toole en esta novela, a la que no sin razón se le otorgó el
premio Pulitzer en 1981.